De aventura por los Mallos de Riglos
- Puede resultar aburrido y monótono hablar sobre Riglos a estas alturas, cuando prácticamente está todo dicho y es difícil aportar algo nuevo que seduzca al personal, pero aún así intentaré dar mi personal punto de vista sobre esta entrañable escuela aragonesa, gracias a unas intensas vivencias acaecidas el pasado año en el transcurso de dos nuevas aperturas en el Mallo Pisón y el Fire respectivamente. Ha sido todo un lujo abrir estos itinerarios en un lugar históricamente tan cautivador, y a la par conocer parte de los escaladores aragoneses más vinculados a los célebres Mallos. En sus inquietudes todavía se entremezcla la nostalgia, con las nuevas tendencias que prácticamente han enterrado los tradicionales valores de estas legendarias paredes.
Aún recuerdo aquella primera visita a Riglos a finales de los 70, cuando enfilamos de noche la cuesta del apeadero después del largo viaje en tren desde Barcelona. Una salvaje verticalidad tímidamente iluminada por las luces del pueblo, era la brutal bienvenida a un escenario totalmente diferente a nuestras habituales escaladas. Ya de día costaba digerir aquel particular terreno extraplomado sembrado de bolos, y adivinar por donde discurrían sus líneas más directas y atrevidas. Mientras que por aquel entonces las cuatro insignes vías del Pisón, eran un ansiado póker de ases reservado para los escaladores más expertos en el tema, nosotros tuvimos que conformarnos con las chimeneas y espolones secundarios hasta familiarizarnos con la atlética tarea de superar las explosivas panzas que honran sus escaladas. Además, había que echarle mucho morro y valor al asunto, dada la nefasta reputación de su equipamiento austero e inverosímil, donde el lujo a caerse no formaba parte del juego. Un tétrico panorama de cintajos, puentes de roca y pitones retorcidos, eran el fiel testimonio de las duras batallas entabladas para vencer unos severos objetivos, que tristemente se cobraron vidas humanas.
Mucho ha llovido desde entonces, y mientras el pueblo de Riglos poco ha cambiado, sus singulares mallos han terminado siendo una meca indispensable para escaladores de todas las hablas y países, que diariamente acuden para ascender por sus vías más famosas. Unos sorprendentes itinerarios tremendamente transformados para la escalada moderna, gracias a las pautas de un equipamiento excelente, y hasta generoso en muchos casos, que se traduce en un pulido baile debido a su excesiva frecuentación. En sólo 30 años, Riglos ha pasado de ser una escuela mítica y selecta, a un poderoso rocodromo de considerables proporciones gracias al influjo casi total de la escalada deportiva. Pero como en otras escuelas desgraciadamente, la ignorancia y la falta de respeto ha llevado a transgredir muchos de los conceptos básicos de la escalada, en favor de quienes no llegan a la altura de las circunstancias. Vías como la José Antonio Sanz a la Punta Frechín , por poner un ejemplo, han quedado anónimamente sepultadas por incoherentes líneas de parabolts. Nuevas chapas han florecido sigilosamente en muchos itinerarios clásicos como en el emblemático espolón del Fire, cuando siempre se ha escalado sin ellas disfrutando de la pericia e ingenio de Rabadá y Navarro. Es lamentable que Riglos haya llegado a este extremo, y más grave el que se consientan acciones como éstas sin protesta alguna. No me extraña, cuando el destino de la mayor parte de los escaladores son siempre las mismas vías, las más equipadas y pulidas de un repertorio cada vez más extenso. Pero en todos lados pasa igual, la aventura se domestica hasta tal punto que la escalada acaba siendo un pasatiempo más de la vida actual. Por suerte, aún quedan itinerarios donde encontrar el romántico placer de adivinar el mejor camino y asegurarse a la antigua usanza, lejos de la multitud y de las brillantes líneas de parabolts. Escaladas de aventura que exigen de un dominio más amplio de las dificultades, y de unos compañeros/as como mínimo mucho más experimentados.
Toño Carasol
A lo largo de mi trayectoria he tenido la gran suerte de coincidir con buenos fanáticos de la roca y fundir nuestras experiencias en forma de nuevas vías. Uno de ellos, ha sido sin lugar a dudas Toño Carasol, un inquieto y solitario oriundo de Riglos, bien conocido por todos por su sacrificada presencia detrás de la barra del bar "El Puro". No podría asegurar si Toño conoce los mallos, pero lo que es seguro es que los mallos conocen perfectamente a Toño, desde su infancia hasta sus infinitas ascensiones por casi todas sus rutas. Gracias a este polifacético escalador que me abrió sus puertas de par en par, el pasado 2008 ha estado para mí un año especialmente vinculado a Riglos. Después de conocernos en un par de salidas por Montserrat y Ports de Beseit, Toño me confió la idea de abrir una nueva ruta en plena fachada del Mallo Pisón, para dedicársela al gran escalador francés Rainier Munsch "Bunny", tristemente fallecido en verano del 2006. "Bunny" fue todo un referente para nuestra generación, con una dilatada trayectoria de ascensiones en roca y hielo difícilmente superables, y esa humilde modestia que le hacía un personaje muy entrañable dentro del colectivo de escaladores todo-terreno.
Vista del Puro desde la vía del Bunny
El objetivo estaba fijado y el espacio reservado, para una aventura que prometía unas intensas jornadas colgados del vacío riglero. Después de un primer contacto realizado por Toño en solitario para adivinar el pasillo de entrada más idóneo, a primeros de mayo aparezco en Riglos para reemprender el proyecto cargado de energía e ilusión. Cuñas de madera, pitones variopintos, plomos y multitud de cordinos, será el principal ajuar técnico para superar uno de los mayores muros de conglomerado que tenemos en España: la cara sur del Mallo Pisón. Se trataba de subir usando los recursos de la pared sin abusar de la expansión, aprovechando al máximo los tramos de mejor roca para ir en libre y recurrir al artificial en el peor de los casos. Después de dos primeros largos bastante humanos, la salida de la R2 nos reservaba el primer obstáculo para aflorar adrenalina con un explosivo paso de plomo estratégicamente colocado entre puntas de clavos. La siguiente tirada representa sin lugar a dudas, el largo clave del itinerario.
Artesania riglera en el L7 de la vía del Bunny
Un tramo muy obligado y expuesto conduce al primer espit de la vía, punto donde hay que esmerarse técnicamente acuñando pitones para alcanzar los dos restantes, y llegar a la ansiada repisa de la R4. A continuación tuve el primer percance, una desenfrenada caída debido al ansia de progresar en libre por terreno desconocido, muy vertical y de dudosa calidad. La roca de Riglos invita a arriesgar hasta que los antebrazos dicen basta o algún bolo decide despedirse casualmente de la pared. En tal caso la caída resulta toda una lección para desconfiar y estudiar minuciosamente cada agarre para no repetir el trance. Por suerte la mayor parte de los puentes de roca lazados aguantan como parabolts, y los vuelos son aéreos y homologados en general. A partir de la R5 la vía se centra sobre una arrogante columna extraplomada, donde de nuevo hay que emplearse a fondo, combinando las salidas en libre con los contorsionados pasos de artificial al límite del evento. Es la parte más bella de la ascensión, en compañía del famoso Puro, y con las cuerdas progresivamente separándose de la pared. Los dos últimos largos de la vía son la prueba de haber comprendido el lenguaje de la pared, tal como a "Bunny" le hubiera gustado. El día 6 de junio conocimos la fortuna después de siete jornadas de intensa batalla con sus respectivas pausas; una nueva vía al Pisón quedaría impresa en nuestros recuerdos, avivando una amistad basada en la desmesurada locura por la vertical.
Toño recuperando el L7 con el patio de mi casa
La insistencia de Toño por enseñarme otros rincones emblemáticos de Riglos, hizo que en otoño volviera junto con Remi Brescó para escalar entre otras, históricas agujas como el Tornillo y abrir un nuevo itinerario al Mallo Fire, que por casualidad había observado un día paseando por su base. Allá por la primavera del año 83, tuve la extravagante idea de abrir una vía en el Fire a la izquierda de la Rabadá-Navarro, con la nefasta sorpresa de encontrarnos en cada largo algún rastro de que alguien ya había pasado antes por allí. Fue tal la decepción, que a una tirada de la cima decidimos dar por concluida la ascensión, y olvidarnos de aquella misteriosa línea de casuales embarques que poco después se insinuaba en la extraordinaria guía de Rafael Montaner y Fernando Orús. Actualmente esta vía coincide en gran parte con la vía Maudite Aphrodite, pero esto ya es otra historia. Abrir vía es la faceta que más me llena de la escalada, donde la roca te conduce y la duda despierta tu imaginación. El gustazo consiste en no encontrar nada por delante y pisar terreno virgen, por lo que en el Fire me quedó una espina clavada que ahora podía enmendar después de tantos años. Una evidente línea gris a la izquierda de la antigua vía Luis Villar era razón suficiente para descubrir junto con Remi, el camino más directo para llegar a la Punta Buzón.
Cuando nos disponíamos a realizar los preparativos, el destino hizo que apareciera por el bar “El Puro” de Toño, Sonia Casas, una buena asidua al conglomerado riglero con ganas de experimentar nuevas sensaciones. Tras contarle nuestro propósito, no tuvo reparo alguno en brindarnos su colaboración. No hubo objeción alguna, al contrario, un trío siempre es mucho más ameno a la hora de abrir vía, tanto para las maniobras técnicas como para romper la rutina en las reuniones. Ni la roca descompuesta ni el tétrico panorama de los primeros largos le hicieron cambiar de idea, y avanzó con nosotros durante los tres días que duró la ascensión. Su agradable compañía fue todo un aliciente, y Sonia sintonizó perfectamente con la labor, hasta el punto de bautizar la vía como "Dos hombres y un bombón". Una ruta como las de antes, con toda la gama de pasajes para pasar un poco de miedo y entretenerse durante una jornada lejos de las miradas y el bullicio del pueblo.
Remi Brescó llegando a la R4 de la vía del Fire
Los dos primeros largos son los más exigentes con diferencia, siendo necesario emplearse a fondo por un terreno de entrada bastante discreto, donde una buena técnica de progresión es esencial para no aterrizar en el suelo. La segunda tirada sortea la característica cicatriz por la izquierda, y una vez superada aprovecha una buena línea de roca hasta alcanzar la R 2. A partir de aquí podríamos haber seguido abriendo por el flanco izquierdo de la pared, pero la lógica hacía inevitable coincidir con la vecina vía Luis Villar durante los siguientes 50 m . Una vez abandonada ésta, el itinerario prosigue por un diedro-canalizo muy elocuente, que muere al pie de un marcado espolón que no dejaremos hasta la cima. Si entramos por la vía Luis Villar y prescindimos de los dos primeros largos, puede resultar una combinación mucho más asequible, prácticamente en libre, y sin tener que llevar la maza.
Armand - Sonia Casas - Remi Brescó "Dos hombres y un bombón"
En definitiva, después de estos gratos recuerdos y reflexiones personales, estoy seguro que en Riglos encontrareis lo que andáis buscando, siempre y cuando sepáis elegir el tipo de escalada que más os convenga. No olvidar nunca que en estas paredes se forjaron los mejores escaladores de la época, y gracias a ellos tenemos uno de los repertorios más selectos de vías clásicas del país. Está en mano de todos protegerlo, y ello no significa el facilitar sino el exigir un buen nivel al personal. Procuremos que la altura del listón sea directamente proporcional con la facultad de superación, y no con el número anclajes de una vía por muy clásica que sea.
MALLO PISÓN. Vía del Bunny (300 m ED/A3)
- 1ª asc.: 6-junio-08 por Toño Carasol y Armand Ballart después de 7 días efectivos, fijando cuerdas hasta la R 7 y sin vivaquear en la pared.
- Itinerario semiequipado con 14 clavos, 12 plomos, unos 30 puentes de roca y con solo 3 espits de progresión. Reuniones bien montadas con 2 ó 3 parabolts de 10 m/m.
- Material : llevar de 10 a 15 clavos variados (algunos cortos), un bong, un buen surtido de cuñas de madera (pequeñas/medianas), 20 cintas largas, cordinos de todo tipo, un gancho, un buen juego de fisureros, algún plomo (todos los utilizados han quedado en la pared), Aliens (rojo y naranja), Camalots (1-2-3) y una guindola.
- Escalada técnicamente exigente en conjunto, con pasajes de roca delicada y tramos expuestos de difícil protección. No confiarse en los dos primeros largos porqué son los más factibles y asequibles, a partir de la R 2 la historia cambia y la exposición aumenta. Hay que esmerarse a fondo en la cuarta tirada, y tras un breve respiro en la parte central, los tres últimos largos vuelven a pasar factura por su compromiso y difícil retirada. Calcular dos jornadas intensas, con posible vivac en repisas a la derecha de la R 4, ó fijando 2 cuerdas de 60 m hasta la misma.
MALLO FIRE. Vía Dos Hombres y un Bombón (310 m ED-/A2+)
- 1ª asc.: 26-octubre-08 por Sonia Casas, Remi Brescó y Armand Ballart en 3 jornadas, fijando cuerdas hasta la R 5.
- Itinerario semiequipado con 9 clavos, 12 puentes de roca y 3 espits de progresión. Reuniones montadas con espits menos la penúltima que se monta en una gran sabina en pleno espolón.
- Material: llevar unos 8 pitones muy variados, alguna cuña de madera pequeña, el juego de fisureros, cordinos, 14 cintas largas y Aliens hasta color rojo.
- Escalada delicada con un tramo laborioso de entrada, conduce a salir en libre a mitad del primer largo para alcanzar el característico rellano de la primera reunión. Una segunda tirada con la misma tónica, descubre definitivamente un terreno más ansiado aunque algo expuesto hasta la R 2. El resto se realiza en libre con un grado máximo de 6b+, con una roca de aceptable a muy buena (sobretodo L6), exceptuando los primeros 50 m de la vía del todo mediocres. A partir de la mitad del quinto largo podríamos hablar de un itinerario totalmente diferente, con una roca tipo Masmut, con pasajes sinuosos, protecciones justas y mucho más asequible en conjunto. Calcular una jornada larga. Combinación interesante y más rápida entrando por la vía Luis Villar.
Texto: Armand Ballart
Articulo publicado en el anuario 2009 de Montañeros de Aragón
- Si bien la vertiente W del Firé nunca ha estado un objetivo relevante para casi nadie, dadas las escasas líneas existentes que prácticamente nunca se repiten, su aureola de inaccesibilidad desprende aventura por los cuatro costados, y sus posibilidades evidencian un total abandono con respecto al resto de los mallos. A la izquierda del escenario, un elocuente diedro sirve de escusa para la vía Estelada, descubriendo una diagonal en condiciones para ganar la marcada cresta cimera sobre el río Gállego. Una escalada del todo variada y con una roca más decente de lo que aparenta a simple vista, en la que encontraremos poca cosa, pero será necesaria una buena dosis de aventura para ganar su modesto desnivel. Abierta en el día, destaca que hay que montarlo casi todo, incluso muchas reuniones. Aproximación improvisando desde el pie del Firé, atravesando por lo más despejado (20 min). A la salida localizaremos al poco el camino de bajada habitual.
Vías del Mallo Pisón restauradas por José Montero
cada dia m`alegro mes de que hem "fotesis "la via del BUNNY...vaja viote us va quedar!!!! 3spits en tot el pison tela!!!...que n`aprengin!!!!Salut i bolos!!!
ResponderEliminarcarai armand, quin article més bo
ResponderEliminari quina vista per descobrir línies bones al ben mig de Riglos !