ESCALADAS EN AUSTRIA





KARWENDEL
"Canela en rama"

Tres inolvidables ascensiones. Septiembre, buen mes para escalar los colores del horizonte: alba rojiza, calcáreo azulado, descenso oscuro.

Después de unas fascinantes ascensiones dolomíticas, decidimos cambiar el escenario italiano por el tirolés. Una seria de veteranas recomendaciones -entre ellas las de Rudolf Schiendl y Joan Nubiola- nos conducen hacia un lugar colmado de historia: el Karwendel. Las fotos de la pequeña guía, son el reclamo hacia la más vasta muralla que acoje este pequeño país llamado Austria. No parece ni la Civetta ni la Marmolada, pero su sombra se extiende más de 5 km por su interminable vertiente norte, y su altura oscila entre los 700 y 1000 m de verticalidad. Sus itinerarios cuentan como obras maestras de la escalada, Auckenthaler, Rebitsch, Rainer, Schmidhuber, Dibona, hermanos Herzog, entre otros, responden a la garantía de calidad que andábamos buscando. Entre sus primeras ascensiones, el diedro "Ha-He", posiblemente el primer itinerario cotado de sexto grado que se conoce en la historia (1922), reafirma que lo que nos espera es "canela en rama"...



Pared norte del Laliderer

En pocas horas llegamos a Innsbruck, dejando atrás el Brennero. La capital del Tirol nos da la bienvenida y desencanto con su ajetreado tráfico de autopistas sumergidas en el valle. Poco a poco, como fugitivos del asfalto, encarrilamos mapa en mano, las ramificadas valles en dirección norte hacia nuestro objetivo. Deambulando por la carretera ya de noche...de pronto la frontera alemana, ya nos hemos salido de órbita. Consultamos el plano y resulta que todo va bien, unos kms alemanes y otra vez en Austria. Vorderriss, luego Hinterriss y por fin el peaje típico de la zona -abierto de noche para nosotros- que nos conducirá al final del viaje: Eng.



En la travesía de entrada al Gran Diedro N.

Nuestro querido R5 acoge con gran alegría el aparcamiento después de tal laberíntico trayecto. "De noche todos los gatos son pardos", y si ayer todo parecían casitas campestres, con la luz del día se transforman en grandes establecimientos rebosantes de salchichas y cerveza. Una caravana de autobuses nos despierta de nuestro "vivac-cuneta" y se estacionan como fichas de un gran puzle descargando todo el personal. Tal ajetreo y peregrinaje, era consecuencia del panorama que se abría ante nuestros ojos a cada paso que dábamos durante la pesada subida hacia el "Hohljoch". El Grubenkarspitze mostraba su colosal vertiente como "telonero", mientras su espolón norte nos ocultaba vanidosamente el gran recital rockero que se nos venía encima: la Laliderer Wände.



En los primeros largos del Gran Diedro N.

Era difícil calcular las proporciones de tal monstruosidad, pero sí las del refugio donde teníamos que llegar desde el "Hohljoch" atravesando por lo sano toda la base de la pared.
Siendo un sábado, el ambiente era totalmente festivo, y por el camino se sucedían los saludos "marchosos" gracias a las jarras de birra que servían en el refugio Falken. Todo hay que decirlo, pero en cuestión precio-calidad, los refugios del "Alpenverein" se llevan la palma por su excelente servicio. Está prohibido acampar, pero es que por menos de 300 pelas al día, los escaladores disponen de un refugio anexo, perfectamente acondicionado, que con sólo carretear el material y la comida necesaria para nuestra estancia es suficiente. Gracias a la estratégica situación del Falken, podemos pasar horas y horas admirando el espectáculo sin apenas aburrirnos, eso sí, para ver gente escalando serán necesarios unos buenos prismáticos y mucha imaginación.



Aspecto general del Gran Diedro Norte

Son las 6 de la mañana y el murmullo de los mosquetones indica que son muchos los interesados por surcar la Laliderer. A las 6.30, las camareras sirven afanosamente el almuerzo a las cordadas bajo la tenue luz del salón del refugio, anticipándose al alba. Ha llegado la hora de revivir una aventura del gran Mathias Rebitsch y dirigirnos hacia la Directa Norte. Un corto paseo nos lleva al pie de vía ansiosos de saborear una calcárea roca "algo extraña" de vista, y "algo dudosa" de tacto. Dos viejos pitones medio salidos nos obligan a montar reunión bajo unos desplomes esquistosos, sobre un terreno multi-evidente difícil de acertar a primera vista. Por lo cutre que está todo, o esto no es la vía en cuestión o aquí respetan hasta las piedras sueltas al pasar. Llegar a la segunda reunión ya fue toda una "apoteosis", así como el único pitón que pudimos clavar. Desde aquí hasta la "Torre Gris", la roca cambia radicalmente y la escalada se vuelve difícil pero muy agradable, aunque persiste el óxido en los pitones...Mi intención no es contar los 29 largos de esta ruta histórica, sino dar una ligera idea de lo que allí se cuece desde el año 1946.




Al cabo de dos días, atacamos el Gran Diedro Norte abierto por Rebitsch en el 47. Roca buena en general y los viejos clavos que colocó el "maestro" al pasar, todo un alarde de dificultad. Si estos veteranos itinerarios abiertos a finales de los 40 ya superaban el sexto grado de dificultad, ¿como serían las modernas rutas como la "Alptraum" (VIIº/A3) abierta en el 79?



Armand, Lluís Lucas y Jean Charles Peña




Los del refugio, que al principio no nos veían con buenos ojos y no entendían lo de una cordada de tres, pronto se congratularon de nuestra actividad y hasta nos recomendaron nuevas "tapias". Una de ellas, el Pequeño Lafatscher, divisado ya desde la cima del Laliderer, albergaba una monolitica losa de tal magnitud, que en su corrimiento había formado sendos diedros verticales de hasta 250 m. Nuestra escasa información, se limitaba a una vieja guía prestada y un número especial del "Der Bergsteiger" sobre el Karwendel, en el que aparecía un breve artículo sobre el Lafatscher. Unas fotos yosemíticas y unas guerreras columnas de texto nos llamaron la atención, una vía del 83, abierta por Sepp Jöchler y Rudi Mayr sobre un arrogante diedro de la gigantesca losa, aún no contaba con ninguna repetición. La aventura estaba servida, se llamaba "Sturmwind".






De vuela a Innsbruck para desviarnos en Absam y subir la fuerte pendiente del valle de Hall dirección a Sta. Magdalena. La belleza tirolesa queda reflejada de nuevo en este rincón de mundo, esta vez sin establecimientos ni autocares al acecho.




La pesada aproximación al collado Lafatscher es el previo aviso de lo que detrás nos esperaba...después de un largo paseo de más de 2 h llegamos bajo la muralla. Asombrados de tal monumento, la tortícolis hacía estragos. Una cinta a 20 m del suelo mostraba el primer itinerario de la losa, "El último Mohicano", abierto en el 82. Yo me preguntaba si era VII sup. como decía el artículo o A3 a simple vista. En fin, olvidando tal alucinación, encarrilamos el gran diedro Auckenthaler hasta el inicio de nuestra aventura, unos 150 m más arriba. La roca es tan monolítica que parece mármol, y la losa un espejo más que impenetrable. Parece que hemos llegado bajo el objetivo y montamos reunión sobre un viejo pitón del gran diedro. No estaba muy claro el tinglado, pero a unos 15 m en la vertical nacía el diedro de la Sturmwind en cuestión, y por el momento ni siquiera una descolorida baga de consolación. Jean Charles, que sabía alemán y había leído el artículo, rompe el hielo y dice que cuando Sepp Jöchler abrió la primera tirada, clavó el primer pitón a los 20 m. Mi imaginación discurría para asegurarme ese tramo de muro con garantías. Encalomado ya en el diedro, comprendí el "porqué" del primer pitón. Todo un arsenal de friends, tascones y unos pocos pitones que arrastrábamos, sólo servían para pasearlos; la fisura a lo largo de los 250 m de diedro era semi-ciega y por tanto difícil de proteger. Sólo 12 clavos daban vida a tal desolación, la mayoría en las reuniones -casi de estribos- y uno en la cima para más consuelo.



Escalando el primer largo de la vía Sturmwind (VIº)

"De tal palo tal astilla", la dinastía Jöchler reafirmaba que con el paso del tiempo, la tradición de la más pura escalada en roca no había cambiado. Su padre, allí por los años 40, ya se fue con cuatro colegas a subir un ochomil del Himalaya con éxito. Lo particular de la empresa, fue la mentalidad de los 80, sistema alpino sin porteadores ni sherpas.



Aspecto monolítico del diedro de la vía Sturmwind

Después de cada tirada, la respuesta se hacía más patente mientras observaba el diedro Auckenthaler a mi derecha. Había encontrado por fin una "auténtica" muestra de la evolución de la escalada. El "boom" de la escalada deportiva catapultando uno tras otro los mitos del mes, como si de un poster del "PlayBoy" se tratara. Por fin se dieron cuenta que "hacer grado" es una cosa, y abrir vías "de grado" otra muy diferente. La dinastía del VIº grado nacida en estas paredes, sigue adelante con fuerza expandiéndose por todas las catedrales rocosas del mundo, y la mayoría de las veces por personajes desconocidos, pero con la misma mentalidad de los viejos maestros del Karwendel.

Armand Ballart  1988  (artículo aparecido en Extrem nº30)