Escalada en los Mallos de Riglos



PRIMERAS ESCALADAS

Como pasó en la mayor parte de las escuelas más emblemáticas del país, la escalada en Riglos fue una actividad que se practicó desde el principio de su difusión. Sus impresionantes mallos han ofrecido un espléndido escenario donde la juventud de diferentes épocas ha materializado sus ilusiones y proezas. Las primeras referencias documentadas provienen de Julio Soler i Santaló en su magnífico trabajo sobre Riglos, sus mallos y los vecinos de Agüero, publicado en un boletín del C.E.C. del 1911. En su exploración realizada en agosto de 1908, efectuó diversas ascensiones excursionistas acompañado del alcalde de Riglos por aquel entonces, Don Mariano Coronas, admirando de cerca las paredes y la esbeltez de unos monolitos del todo infranqueables para la época. En el aspecto puramente escalador, los vecinos del pueblo recuerdan la presencia de un grupo de ingleses antes de 1932, que montaron un campamento y tras buscar en vano vías de acceso se retiraron defraudados. En 1933, una cordada germana fracasa después de varios intentos, y en septiembre del mismo año se presenta la primera cordada nacional formada por el veterano montañero oscense José Oltra Mera junto con Oliván y Osma. Al no conseguir resultado alguno, vuelven al ataque al mes siguiente y logran en esta ocasión superar un centenar de metros en los paredones del Pisón, pero les cierra el paso un extraplomo que su rudimentaria técnica no puede vencer. En 1934 una nueva cordada inglesa intenta inútilmente subir al Pisón y al Firé, al igual que otra francesa sin resultados positivos. En septiembre de este año, de nuevo José Oltra acompañado de Palacios hacen infructuosos intentos al mallo Firé. Posteriormente, en el mismo año, una nueva cordada francesa intenta la ascensión a los mallos sin conseguirlo. La formaban los miembros del C.A.F. Pierre Souriach, Christian Rachou y el célebre Jean Arlaud. Parece ser que en este intento llegaron al Firé hasta el pequeño collado que separa las puntas Mallafré y Montolar, pero al sufrir un incidente abandonaron el objetivo. En 1935, José Oltra junto con Osma, efectúan nuevas tentativas y logran en su afán una de las puntas inferiores del Firé. El Dr. Arlaud, no obstante, vencedor de innumerables cimas y gendarmes, consigue junto con Jean Grelier y el conocido escalador italiano Piero Ghiglione, alcanzar una de las puntas del Firé que bautizan como Punta Buzón, depositando un libro de registro en su minúscula cima. Según otras referencias más divulgadas, a esta ascensión se le atribuye la primera escalada riglera con fecha del año 1929.



Transcurren los duros años de la guerra civil y resurgen los nuevos valores montañeros que, con su audacia y superación técnica, ganan nuevos lauros en el panorama vertical. Es en este momento cuando aparece Ernest Mallafré con sus compañeros Francisco Blasi y Juan E. Bou del Centro Excursionista de Catalunya (C.E.C.), consiguiendo el 17 de agosto del 42 la punta más altiva del Firé denominada Punta de los Catalanes, que posteriormente se rebautizó como Punta Mallafré en memoria de éste, tras su trágica muerte en el 46 sepultado por un alud bajando del Monastero. Después de esta notable gesta, las cordadas mañas aceleran su entusiasmo y el 1 de junio del 45, Joaquín Mateo, Antonio Ruiz y Luis Lafuente de Zaragoza logran otra punta del Firé, la Punta Mateo. El 24 de junio del 46, Ángel Serón, Fernando Millán y R. Martí, guías montañeros del Frente de Juventudes, ascienden a la denominada punta "No importa", y el 14 de octubre del mismo año alcanzan la Punta Montolar. Vencido el Firé por todas sus puntas, el próximo objetivo será el Pisón. 
Después de la victoria y de los relatos de Mallafré, los activos miembros del C.A.D.E. (C.E.C.) acrecentaron su interés por los Mallos. Un nuevo proyecto se perfila, y en verano del 45 se solicita de "Montañeros de Aragón" un libro de registro para colocar en la cima del Pisón. En la Semana Santa del 46, Jordi Panyella Pany, Francisco A. Peire y Alberto Murguía salen de Barcelona hacia Riglos dispuestos a lograr su objetivo. Tras subir al macizo bordeando el Mallo Colorado y situarse mediante rapeles en el collado del Pisón, Pany y compañeros alcanzan su cima el 20 de abril. Dos meses después, el 29 de junio, aparece de nuevo Pany por Riglos, acompañado esta vez por Jordi Casassayas Haus del G.A.M. del Club Muntanyenc Barcelonès, logrando vencer el mismo objetivo pero directamente desde su base, mediante una elocuente escalada en chimenea que enlazan con el itinerario anterior. Esta privilegiada región, ya no tiene secretos para el colectivo de escaladores que acampan a sus anchas y disfrutan de la escalada por los enhiestos monolitos del Firé, Pisón, Colorado y Mallos Pequeños. Las gestas de los catalanes y los éxitos de las entusiastas cordadas aragonesas de Zaragoza y Huesca, pertenecientes a "Montañeros de Aragón" y la veterana "Peña Guara" oscense, han sellado en hermandad indisoluble el alto destino de la escalada aragonesa.




En los años 46 y 47 se celebran en Riglos el 1º y 2º "Cursos oficiales de escalada en Aragón" patrocinados por la Federación Española de Montaña, con la presencia de instructores foráneos. Asimismo, los vecinos del pueblo, al principio muy escépticos sobre la posible utilidad de la escalada, pronto confraternizaron con la nueva ola de montañeros que acudían a la cita, no siempre con éxito. Los primeros accidentes de escalada exigieron de una plena colaboración y solidaridad por parte de los lugareños, que hombro con hombro participaron en los rescates y en la evacuación de los accidentados. Una trágica trayectoria que comenzaba con la conquista del Puro, el objetivo más relevante por su línea y compromiso, que pronto obsesionó a los escaladores más punteros del momento. La escalada de esta formidable aguja adosada al Pisón, ya desde los primeros metros se reveló de dificultad excepcional por su continua verticalidad y difícil pitonaje. El primer intento fue realizado el 13 de julio del 47 por el cuarteto oscense formado por Mariano Cored, Esquiroz, Martí y Asín, que tras ganar unos 30 m de altura, la caída mortal de Cored ocasiona una triste conmoción que disuelve el interés por esta condenada aguja. Han de pasar un par de largos años hasta que nuevas cordadas de Montañeros de Aragón retomen la ilusión por el proyecto. El 7 de abril del 50, Víctor Carilla, Ángel Serón y F.Millán logran superar 55 m del suelo salvando lo que parecía el obstáculo más significativo del comienzo, un marcado extraplomo muy descompuesto. Sin embargo, esta prometedora escalada iba a ser truncada de golpe, cuando Carilla se precipita al vacío con las cuerdas partidas tras arrancársele un trozo de entosta. Con la muerte de Carilla, el grupo líder de la conquista de los Mallos (Serón, Millán, etc.) quedaría duramente afectado, y la ascensión al Puro tendría que esperar a la llegada de nuevos valores exentos del dramático ambiente que se vivía en el momento.





La esencia de la escalada es plantearse el problema por el gusto de resolverlo, tal como lo hicieron Pany, Ayats, Sala y Rosich en mayo del 53, repitiendo los pasos de Carilla hasta el último punto alcanzado y sumando 8 h más de escalada alcanzando una buena plataforma para vivaquear. Al día siguiente, el cuarteto decide abandonar por falta de tiempo ya que intuyeron como mínimo otro vivac para culminar el objetivo. Un mes después, Manuel Bescós, Alberto Rabadá y Ángel López Cintero de Zaragoza, resiguen el trazado ya abierto, y despues de dos vivacs tienen que retroceder a solo 15 m de la cumbre por desatarse un fuerte temporal. El 15 de julio, con dos días de retraso sobre la fecha prevista, vuelven los catalanes al ataque definitivo con la desoladora sorpresa de aproximarse a Riglos, levantar la vista, y observar perplejos una bandera desplegada en la cima del Puro. Los vencedores descansan en la iglesia, hay que acudir para felicitarlos y despejar la incógnita. Son Bescós, Rabadá y Cintero los afortunados, que por solo dos días se han colado al turno de los catalanes que se tienen que consolar con la segunda ascensión. Pero el drama del Puro no había terminado. Días después, el 26 de julio, al bajar en rapel del Pisón, Manuel Bescós pierde la vida al arrancársele el tinglado que sujetaba las cuerdas del rapel clásico del volado. Al ocurrir este tercer accidente mortal, el entonces gobernador civil de Huesca, prohibió la escalada en Riglos. Los fines de semana acudía la Guardia Civil de Ayerbe con orden de impedir la escalada y detener a los osados que hubiesen quebrantado dicha prohibición. Con alguna triquiñuela y pequeñas escaramuzas, al poco tiempo la prohibición quedó en nada.

ASALTO A LAS PAREDES

Una vez conquistadas todas las cimas llegó la hora de abrir los trazados más elocuentes que no eran pocos, desde el dominante Mallo Firé hasta la alejada Peña Don Justo. Primero los Mallos Pequeños y posteriormente los paredones principales formaron la diana predilecta de los asiduos. A finales de los 50 empieza la era de los grandes itinerarios abiertos con una total entrega, coraje y prescindiendo del buril, una estrategia inventada por el ejército americano por los años 20 para progresar sin fisuras ni agujeros. A mediados del 57, A.Rabadá, R.Montaner, A.López Cintero y J.Díaz resuelven en varias jornadas el trazado capital que remata todo el frontón oeste del Pisón, al que dedicaran a Serón y Millán, dos maestros pioneros de la escalada en Aragón. Mientras, una nueva generación catalana afincada en el G.A.M. irrumpirá con fuerza en el ambiente explorando lo más relevante del circuito nacional. Entre todos ellos cabe destacar la figura de Josep Manuel Anglada, que acompañado de su primo Francesc Guillamón, aparecerán por Riglos a mediados del 59 para llevarse de trofeo un itinerario con sus apellidos en la cara oeste del Pisón, partiendo curiosamente desde el pequeño collado del Puro. Además, con Joan Cerdà conseguirán ascender al Cuchillo, pero realmente su verdadero objetivo será el arrogante espolón sur del Firé deseado por todos. Rápidamente los locales ponen manos a la obra y en tres jornadas de agosto abren la vía Villar al Firé, ellos son E.Navarro, R.Ligorret y L.Lázaro. Por su parte, A.Rabadá y R.Montaner consiguen la vía Galletas en marzo del 59, cuyo trazado restará para siempre como el más clásico y asequible para escalar el Firé por su máximo desnivel. Otro trazado emblemático para la historia será la Arista Norte del Puro abierta en el 60, por una de las cordadas más famosas que ha dado el montañismo español en el pasado siglo: Alberto Rabadá y Ernesto Navarro. Pero sin lugar a dudas, la escalada más codiciada de aquella época y una de las más selectas en la actualidad será la vía Félix Méndez al torreón del Firé, abierta en octubre del 61 por esta insigne cordada, después de cinco días de continuo esfuerzo con cuatro vivacs en pared en condiciones muy precarias. La escalada en sí, superó escrupulosamente el eje del espolón mediante un glosario de complejas travesías, a fin de encontrar las debilidades de un terreno especialmente vertical y exigente en todo su desnivel. Abierta con la utilización exclusiva de pitones, pitonisas y tacos de madera que recuperaron a su paso, estos acreditados rigleros descartaron en todo momento la utilización del buril demostrando su gran destreza y estilo. Con estas características, la repetición de esta magnífica ruta tardó varios años, y no fue hasta el octubre del 66 que el dúo formado por Ursi Abajo y Jesús Ibarzo rompiera el mito. No obstante, en esta segunda ascensión que costó un vivac, se modificó algún tramo del itinerario original y se colocaron varios tornillos de seguro que más tarde, con las siguientes repeticiones, se multiplicaron.





El 10 de junio del 62 se inaugura felizmente a la entrada del pueblo el refugio Luis Gómez Laguna (socio fundador de Montañeros de Aragón en 1929), con una masiva asistencia de montañeros y escaladores, coincidiendo con la entronización de la Virgen del Mallo en la cima del Pisón. Aparte de las cordadas que subieron la imagen, fueron numerosas las que se sumaron a la fiesta salpicando de color los pocos itinerarios abiertos hasta la fecha. Pero la alegría duraría pocos meses, hasta que en verano del 63, Rabadá y Navarro desaparecieran en la tragedia del Eiger. Con este triste panorama, el compacto grupo del G.E.M.A. continuó escalando, pero sin su líder Rabadá, la actividad fue mermando cada vez más hasta que sus compañeros dejaron prácticamente la escalada. En la segunda mitad de los años 60 aparece en Riglos una nueva generación que, aunque influenciados por el glorioso ambiente que les había precedido, abordan la conquista de los Mallos con una mentalidad diferente acorde con los nuevos tiempos. Los jóvenes, que en pocos años han aprendido las técnicas del "oficio", conducen la trayectoria de una gran escuela en expansión, nunca mejor dicho. Ursi, Ibarzo, Guti, Porta, Cóndor, Antoñanzas, Urcina, Faguas, Palacios y un largo etcétera, son los nombres más representativos del momento, y la posibilidad de realizar una nueva vía por la fachada principal del Pisón la obsesión que se respira en el ambiente. Ursi e Ibarzo, una cordada técnicamente muy preparada, consigue en aquella época crear un interés mediático por la escalada, y una notable repercusión abriendo su famosa vía Carnavalada en el 65.




Así empieza el festival del buril, una nueva tendencia importada especialmente de las Directas y Directísimas que florecen por los Alpes y Dolomitas, que este activo tándem utiliza sin remordimientos para superar la vertiginosa cara sur del Pisón. Tras numerosas jornadas de preparación perforando la pared a golpe de buril y colocando tornillos sacados de cajas de cambio defectuosas, llega el ataque definitivo en el puente del Pilar. Durante cinco jornadas, los escaladores progresan con una lentitud desesperante debido a las altas temperaturas, pese a que un grupo de apoyo continuamente les descuelga cantimploras con agua desde la cumbre. La prueba, al límite de la resistencia humana, finaliza satisfactoriamente y la vía Carnavalada, nombre que insinuó en su día Rabadá para el proyecto, llega a ser una realidad. Sus aperturistas dedican la ruta a José Antonio Elola, por entonces delegado nacional de Deportes, denominación que prácticamente nunca se utilizó. Durante los siguientes años la vía apenas se repite acrecentando su gran reputación, y ninguna cordada consigue escapar del vivac y del acongojante panorama que ofrece el desplome central que remonta por lo sano. Esta situación cambia a partir del año 72 cuando cordadas como la de Valentín Asensio y Fernando Orús de Zaragoza, o la de Javier Escartin y Lorenzo Ortas de Huesca, rebajan el horario de la vía y suprimen el vivac. Otro itinerario relevante en versión libre del dúo Ursi-Ibarzo es el célebre Espolón del Adamello (65), cita obligada de entre todos los trazados situados a ambos lados de los Volados, donde también destacan el inconfundible Mango del Cuchillo (63) de Rabadá, Navarro, Bescós y Montaner, y el arrogante Espolón Arrabal abierto en el 70 por J.Urcina y J.Faguas. Paralelamente, la actividad realizada en los Mallos Pequeños no decrece en ningún momento, y proviene de un colectivo técnicamente más modesto pero con un impecable estilo en libre heredado de los maestros. Nombres como Villarig, Fuertes, Ortiz, Morandeira, Sánchez, Gutiérrez, Pitarch o Pepe Díaz, entre muchos otros, crearon escuela en este singular distrito apartado del conjunto principal y de las miradas del pueblo. La Aguja Roja, el Mallo Cored o el Mallo Gómez Laguna entre los más distinguidos, fueron escalados a finales de los años 40 y en los 50 se les sumaron las vías más clásicas que hoy conocemos.




Ensayadas con éxito en la Carnavalada las nuevas técnicas para abrir itinerarios sin límite, fijando cuerdas y más cuerdas hasta terminar la obra en plan andamio, los escaladores dirigen sus miradas hacia los grandes desplomes de Riglos. Así, Julio Porta y Ramón Cóndor superan acrobáticamente la gran bóveda situada entre los Mallos Cuchillo y el Frechín con la vía dedicada a Eduardo Blanchard. A continuación Porta se dirige a la Visera, aún virgen, para desvelar las elocuentes fisuras de la futura vía Mosquitos, pero al no coordinar con ningún compañero para seguir adelante, el proyecto queda aparcado momentáneamente. Los que sí consiguen su propósito son los hermanos Carmelo y Antonio Torrijo junto con J.Carlos y J.Serrano en la primavera del 73, realizando la primera ruta en la Visera aunque al margen de su acentuado desplome final, donde a nadie se le pasa por la cabeza colgarse con el brutal vacío que se aprecia a simple vista desde el pueblo. En mayo del 75 y después de varios ataques con caída de cabeza incluida, Valentín Asensio, Fernando Orús, Alfonso del Corral y Ambrosio García Izquierdo terminan con un vivac el Espolón Norte Integral del Pisón o Directa a la Anglada-Guillamón del 59. Esta arrogante línea fue dedicada al escalador R.Cóndor, autor del primer largo. En septiembre, Pedro Expósito y Jesús Ascaso aprovechan la veda expansiva para culminar otro capricho que salta a la vista: el Filo del Cuchillo. En junio del 76 queda definitivamente zanjada la popular vía Mosquitos gracias a Javier Olivar, desaparecido años después en el K2, y su compañero Antonio Sánchez alias Mosquito, resiguiendo los pasos del citado intento de J.Porta.

RIGLOS PARA TODOS

Las futuras líneas que ofrecen los Mallos de Riglos no pasan desapercibidas para el colectivo de fanáticos aperturistas del país, y en especial para los activos hermanos García Gallego de Murcia que persiguen escrupulosamente todo lo más significativo del panorama nacional. Miguel Ángel y José Luis García Gallego logran en 12 días alternados de enero del 76 con 2 vivacs en pared en el último ataque, una nueva línea en la cara sureste del Pisón, la Alberto Rabadá, más conocida popularmente como la Murciana. Al cabo de pocos meses, Miguel Ángel vuelve junto con Juan Carrillo para rematar el Firé por una marcada fisura que llevará sus apellidos, y con el tiempo será una preciada joya de Riglos. A mediados del 77, desde Barcelona llegan tres destacados de la tribu de los Piratas para dejar constancia de su arte montserratino: Antonio García Picazo, José Rodríguez Rodri y Lluís Hortalà de Olot. Mediante un cóctel perfecto de sangre fría y refinamiento técnico, éste trío consigue en pocos días abrir la vía de los Catalanes, una escalada muy selecta y exigente que tardó varios años en repetirse dada la exposición de su primera tirada. Para ello fue preciso colocar un buril de seguro a mitad del largo, durante la segunda ascensión realizada por Joan Martí del Castillo guarda del refugio Estasen (Pedraforca) y el malogrado Alberto Montero de Madrid. De nuevo, escaladores murcianos acuden a Riglos para efectuar una aventura sin parangón, superar la Visera de la forma más atrevida y directa. Antonio Gómez Bohórquez Sevi y Mariano Lozano serán los responsables de esta colosal empresa, que costó seis días de equipamiento previo hasta la mitad de la pared, y cuatro de ataque final, con tres vivacs de hamacas en pleno mes de enero del 78. Dado el escaso número de buriles emplazados en la ruta, esta escalada resulto muy laboriosa y pronto se proclamó mítica e inaccesible para los mortales. Con el tiempo, esta fantástica ruta se realizó totalmente en libre, primero con lo que había y posteriormente gracias a un reequipamiento impuesto acorde con las vías vecinas, que francamente disgustó a los autores.




También los madrileños pronto acudieron a la cita atraídos por las enormes posibilidades que ofrecía un terreno de aventura total, con un respetable desnivel y mucho espacio disponible. Daniel Guirles y Luis Campos Luiso inauguran el Mallo Castilla en el circo de verano, y en julio del 78 vuelven a por el margen izquierdo de la Visera donde la lógica adivina un trazado mucho más humano y menos artificial. La cordada formada por J.L.Ortiz Tronco y Nacho, también de Madrid, desvela la elegante vía de las Fisuras al Firé (79) a partir del quinto largo de la Galletas. Y como no, otro enamorado de Riglos como Jesús Gálvez no se le escapa la ocasión de abrir en los Mallos. De entrada, explora el Mallo del Agua a la derecha de la Visera para trazar la vía Abraxas (80) con J.C.A.Reyes, y posteriormente junto con Pep Masip Nifo de Barcelona, abren una ruta idónea para eludir el calor, la vía Quebrantahuesos a la izquierda del Espolón Norte del Pisón. En el 80 aparece otro madrileño que quedará vinculado para siempre al Reino de los Mallos: Fernando Cobo. Su larga trayectoria por Riglos arranca con una primera muy explosiva llamada Helios (78) en la cara oeste del Puro, que sin lugar a dudas sigue siendo uno de los itinerarios más míticos de la zona por su exposición en roca delicada. Fue abierta en diversos ataques y con diferentes compañeros ya que a nadie le seducía tal evento, utilizando tan solo tres buriles en todo el trazado y dos buriles por reunión. Otra primera llamada Julia en el Mallo Castilla abierta en solo dos jornadas con un vivac en pared, fue otra muestra de su impecable estilo, esta vez acompañado de J.Carlos Cardero. De nuevo, los murcianos Miguel Ángel y José Luis García Gallego se inclinan por reivindicar el estilo de los viejos roqueros, y en varios días de preparación y cuatro vivacs en pared, consiguen lo mismo que Rabadá y Navarro, abrir una ruta en el torreón del Firé sin ayuda de expansión, eso sí, un pelo más extrema y refinada técnicamente. Hasta el momento son contadas las repeticiones a esta soberbia vía llamada Mediterráneo, y en casi todas el último tercio se ha eludido saliendo por el Espolón Sur. Unos meses después, Fernando Cobo y Blas Heredia abren un itinerario épico con su sello de calidad y compromiso, que posiblemente marcará un antes y un después en la historia de la escalada riglera: la vía del Pájaro. Abierta del 1 al 4 de noviembre del 80 con tres vivacs en pared previa apertura de los tres primeros largos, en la que se utilizaron 13 buriles (5 de progresión y 8 de seguro), reuniones aparte y en un 95% en libre. Escalada mítica donde las haya por su elevada exposición y escaso equipamiento, sinónimo del autor, que pronto se hizo famosa por las largas caídas sufridas por varios escaladores en el transcurso de sus primeras repeticiones, en donde incluso hubo que efectuar un rescate durante su segunda ascensión. Actualmente a pesar de su restauración, todavía mantiene su carácter aunque rebajado con algunos parabolts de propina.




En 1981 se realizó un exhaustivo reequipamiento por parte de la Federación Aragonesa de Montaña y la Escuela Militar de Montaña de Jaca, de todas las instalaciones de rápel y de las reuniones de las vías más clásicas, además de colocar anclajes estratégicos para posibles rescates como en la cima del Firé y del Pisón entre otros. Fue la primera acción de este tipo realizada en toda España y desde entonces los Mallos de Riglos cuentan con una de las mejores instalaciones de seguridad pasiva, lo que sin duda ha contribuido notablemente a reducir los accidentes graves y facilitar los rescates. En esta laboriosa campaña intervinieron, entre otros, Pedro Expósito, Miguel A.Lausín, Javier Hurtado y Luis García España, empleando unos gruesos parabolts de 18 cm de largo colocados con taladro industrial alimentado con un compresor trasladado con helicóptero.

MARCANDO ESTILO

Pese al notable cambio de concepción que propuso la vía del Pájaro en el 81, las aperturas a la vieja usanza siguieron vigentes unos años más hasta que definitivamente la fiebre del Free Climb enterró gran parte de los conceptos tradicionales. Así en el 82, Javier Olivar y Antonio Sánchez terminan un viejo proyecto iniciado por unos madrileños, la vía Micomicón, mediante una buena dosis de buriles y escalada artificial a la derecha de la Serón-Millán. Una alternativa que paso sin pena ni gloria en el menú del Pisón, al contrario de los siguientes itinerarios que perseguirán a toda costa la escalada libre no siempre equipada como la vía Hechizos del Viento (83), de Javier Hurtado Currucuclillo y Toño Cogollor, paralela al Espolón Norte del Pisón, donde el dominio del terreno va por delante de la protección en todo momento. Muros verticales con equipamiento muy puntual la hacen una ruta muy exigente, evolutiva y muy poco repetida. Pero aún con esto, Miguel A.Lausín y Quique Lapeña prefieren la ética de la vieja escuela para trazar líneas como la Xere Sandra (83) a la izquierda del Filo del Cuchillo, combinando la destreza técnica con los arriesgados tramos en libre siempre limitando el uso del buril. Los mismos escaladores junto con Antonio Sánchez realizan partiendo desde la canal del Puro la vía Makokis, una sinuosa aventura entre un laberinto de panzas donde hay que adivinar el camino y procurar no perderse en el intento. Pero sin lugar a dudas, el grupo formado por Fernando Gutiérrez Guti, Javier Arnaudas Seta, Salvador Arnaudas Salva, Fernando Caballé Fernanderas, Juan G.Barcos Shaino y Santi de Pedro dejaran boquiabierto al personal en el 83 con dos vías en la Visera abiertas por abajo, para posteriormente ser repetidas en libre: la Chinatown y El zulú demente. Otro consistente proyecto de F.Cobo en el Mallo Pisón con cuatro largos abiertos, se concluye posteriormente por M.A.Lausín, J.Olivar y A.Sánchez, la vía Midriasis (84), abierta fijando cuerdas hasta realizar un ataque definitivo con varios vivacs en pared, y utilizando una curiosa hamaca rígida triple fabricada por encargo por el herrero de Ayerbe.




Las tendencias de la escalada libre francesa fraguan lentamente y la visita de Serge Casterán en el 84, contribuye definitivamente a cargar las pilas de los asiduos que ven con asombro al gabacho liberar la Murciana, la Carnavalada y la Chinatown, entre otras. Pronto la réplica aragonesa llega de los brazos de Seta liberando la vía Guirles-Campos y El zulú demente. Riglos abre sus puertas a la escalada deportiva y al 7º grado de dificultad, tal como sucede en el resto de escuelas famosas como Montserrat, la Pedriza, Atxarte y Montanejos en especial, donde el fenómeno se ha avanzado gracias a la aguda visión del valenciano Ernesto López. Sistemáticamente, entra en escena el casquillo perforante Spit dejando obsoletos a los buriles, y lo más importante, la licencia para equipar por arriba sin ningún tipo de riesgo ni compromiso, que la tradicional tozudería de los maños se resistirá a emplear por entenderla como una herejía donde cualquiera puede destacar sin dar el callo. Muestra de ello la tenemos con la vía Gárgola risueña (85) en el Pisón, todo un recital de ganchos, plomos, cuñas de madera y pitonaje precario, gracias a Guti y S.de Pedro, al más puro estilo Bigwall, que hasta la fecha solo cuenta con cinco repeticiones de las cuales una en solitario. Por estas fechas reaparece Fernando Cobo acabando un consistente proyecto en la Visera: la Ley del Guerrero, itinerario extremo situado en los muros del margen izquierdo del frontón principal, con dificultades de séptimo grado y buriles a la antigua usanza. Durante este periodo, el desarrollo fue incesante y la aplicación de los conceptos del Free Climb permitió afrontar los Mallos con ligereza, rapidez y dominio de las dificultades forzando en libre casi todas las grandes rutas.
Con la celebración de las primeras competiciones de escalada en España (85), le llega el turno a Riglos, y en el 86 se organiza la primera ronda en los Mallos. Para la ocasión, Guti y compañeros equipan varias vías cortas en la cueva de la Virgen del Pisón, y el madrileño Txavo Vales se lleva la victoria de este primer certamen que repercute muy positivamente, así como la llegada de Javier Arnaudas Seta como nuevo guarda del refugio Gómez Laguna de Montañeros de Aragón. Este acreditado escalador zaragozano, pronto dinamizará la zona equipando y reequipando para forzar grado, especialmente en la olvidada escuela de la Foz de Escalete, considerada como la cuna de la dificultad aragonesa con los primeros séptimos altos, hasta el primer 8c español por parte del donostiarra Patxi Arocena. Esta etapa trae la apertura de una de las vías más famosas de Riglos e incluso de toda la península: la Fiesta de los bíceps (85).




Situada por donde más tira la Visera, ofrece la escalada atlética más fantástica que podemos realizar en los Mallos y parte de Europa, por lo que en la actualidad es un objetivo primordial diariamente frecuentado. Fue abierta por abajo por el acreditado cuarteto de Guti, Seta, Salva y Fernanderas, dividiendo la pared en varias secciones a las que accedían en travesía desde la vecina vía Chinatown. Resaltar las complejas maniobras técnicas que fueron precisas para abrir y equipar este tipo de itinerarios totalmente desplomados, con un notable desgaste físico y mental. Quienes no se complicaron tanto la existencia fueron los vascos Guillermo Bañales, Jon Lazcano, Javi, Casti y Hotxe en el 87 para encajar entre la Catalans y la Murciana la vía Vixente Iñuxente, un primer triunfo de la escalada prefabricada en el Pisón, que irritó a más de uno, pero la evolución (o involución) había llegado. Otra vía con el sello de F.Cobo será: De naturaleza salvaje (88), abierta por abajo en libre colocando espits junto a Máximo Murcia, por el canto de la mismísima Visera con tres largos de infarto y un patio de narices. Al año siguiente, aún cabe resaltar la vía Nautla (89) abierta por J.Gálvez y Adolfo Madinabeitia en la cara norte del Pisón, uno de los pocos lugares en calma sin el rugir del taladro y con buenas posibilidades de aventura.

LA INVOLUCIÓN DE LOS 90

Después de dar la salida al maratón deportivo llega el frenético afán de equipar bordillos, que de entrada arrasará con el sector de los Volaos para no ir más lejos con la máquina. Este repentino empuje se lo debemos a Javier Oliván Suli, promotor de la mayor parte de los equipamientos oscenses, sobre todo en su escuela predilecta de Vadiello. Entrados los años 80, este prolífico escalador de Huesca consigue lo mismo que su coetáneo Luis Alfonso Luichy en Catalunya, equipar y reequipar con tesón todos los sectores escalables a su alcance, dejando todo un patrimonio metálico para la posteridad. Anotar que los escaladores de Huesca fueron desde un principio más asiduos a los Mallos de Liguerri y zonas próximas, que a los de Riglos, y no fue hasta finales de los 70 que consiguieran destacar en el ambiente con la repetición en el día de la vía Carnavalada. Del fructuoso paso de Suli por los Mallos destacan multitud de bordillos y cuatro vías en pared: Vencejo Acrobático (84) con Juan Beroiz en el macizo central, Tiempos nuevos, tiempos salvajes (85) con C.Logroño y G.Campo, Tangerine Dream (90) con Hugo Biarge, J.J.Vicente y Dani Ascaso (las dos en el Espolón NW del Pisón), y Super Crack (90) en la Visera con Lorenzo Ortiz y G.Campo, de las cuales solo la primera fue abierta por abajo. También los oscenses Javier Ballester, G.Campo y C.Logroño, junto con Seta, aprovechan la veda para montar la Escoria Oriental (90) a la derecha de la Carnavalada. De nuevo Seta junto con M.Gascón consiguen la Opus Nigrum (90), todas a primera fila del Pisón y en algún paso puntual con cantos tallados para facilitar la jugada.
Si bien la mayor parte de los "rigleros" han sido de las urbes aragonesas, en los 60 nace en Riglos una criatura que pronto quedará vinculada a la verticalidad de su pueblo para siempre: Antonio Carasol, más entrañablemente conocido como Toño. Ya de pequeño, observaba con gran curiosidad la progresión de las cordadas en pared, y siempre que podía iba al encuentro de los escaladores y del material que ocasionalmente se precipitaba al suelo. Fue todo un lujo para él, recibir las primeras nociones de escalada por parte de un Miguel Ángel Gallego al salir de la escuela, y poder estudiar el material que usaron en la apertura de la vía Alberto Rabadá. Como era de esperar, sus padres le prohibieron aficionarse al asunto, cuando a nadie del pueblo nunca jamás se le había ocurrido tal locura. Pero a hurtadillas, Toño trepaba todo lo que podía y más, hasta que llegó el momento y la edad, de fundirse de lleno con su escenario en el que seguramente sea el individuo con más vías realizadas hasta el momento. Una vez repetido casi todo, las nuevas tendencias le conducen a descolgarse por arriba para equipar la vía Tucán Ausente (90) junto con Gorka en el Pisón, la Filomátic (91) con Josema Jarrin al Filo del Cuchillo, y la Al Capone (92) con Iñaki también en el Pisón, una ruta relegada por su roca de menor calidad y por las chapas alejadas que caracterizan su estilo.




Una actividad arriesgada como la escalada sin cuerda siempre ha estado presente en todas las escuelas y en Riglos en especial. Ya en el 77, un escalador madrileño se precipita al vacío al romperse una presa de la famosa panza del Pijo del Espolón del Adamello. En el 85 Fernanderas realiza sin cuerdas la Serón-Millán desde el collado del Puro, la Anís del Mono, la Yuma y la Normal del Puro, incluso utilizando los viejos clavos en algún momento dado ya que aún no estaban los parabolts actuales. También la famosa escaladora francesa Catherine Destivelle hace gala de su temperamento y alcanza la cima del Puro en libre y sin cuerdas, con el correspondiente reportaje fotográfico publicado en la revista Hola. Pero el acontecimiento que realmente marcó historia en los Mallos, fue la escalada en solo integral de la Fiesta de los bíceps en el 89 por parte del navarrés Carlos García, repitiéndola más tarde para ser fotografiado por Darío Rodríguez de la conocida revista Desnivel. Años después (93) y también sin cuerda, escala El zulú demente repitiendo tres veces el último largo para posar para las fotos. De la misma manera consigue la Murciana en el 04 y la Carnavalada en el 05. No hacen falta más comentarios para situar estas ascensiones muy por encima de todo lo acontecido en Riglos, y por extensión al mundo de la escalada en general.
En el transcurso de estos años, se realizaron encadenamientos de cuatro y cinco vías del Pisón y la Visera en una sola jornada (más de mil metros con dificultades mantenidas de sexto y séptimo grado), se destreparon rutas de casi trescientos metros de hasta séptimo en poco más de una hora, y se abrieron vías extremas muy obligadas. En definitiva, se había logrado tal dominio de la escalada riglera que todo parecía pronosticar que, en un futuro, estas experiencias servirían para continuar subiendo el listón. Pero en realidad en la década de los 90, salvo estas contadas excepciones realmente destacables, se produjo una clara involución psicológica debido al auge de protección, que algunos organismos o personas en particular, implantaron para el equipamiento sistemático de los itinerarios, distorsionando la imagen de la escalada riglera. Como en otras escuelas clásicas del país, los conceptos de la escalada deportiva causaron verdaderos estragos, transformando literalmente muchos trazados abiertos con elegancia y estilo, en rutas de oferta generosamente equipadas. Por poner un claro ejemplo, la popular vía José Antonio Sanz al Mallo Melchor Frechín, no sería tan popular si no fuera porqué unos foráneos anónimos se descolgaron desde arriba y la cosieron a parabolts cada dos metros. Lo fuerte del caso es nadie protestó, las chapas aún siguen ahí, y la mayoría están encantados con ello.

RETOMANDO EL CAUCE

De pronto aparece Antonio García Picazo para dejar su firma en el Firé en pleno mes de agosto del 92, aprovechando una entrada directa abandonada a la derecha de la Fisura Gallego-Carrillo que le conducirá ingeniosamente a una zona privilegiada con sombra y con panzas de verdad, situada a la izquierda de la Galletas. De esta acertada idea saldrá un interesante itinerario abierto en tres días con dos vivacs en pared, previo equipamiento, que con el tiempo resultará un trazado de aventura en libre del todo recomendable. Curiosamente se trata de la primera vía en solitario abierta en Riglos. A estas alturas, y con las continuas visitas del malogrado Rainier Munsch Bunny con clientes y amigos para repetir puntualmente todas las novedades, parece extraño que los franceses no hayan abierto nada relevante en los Mallos. Pero a Christian Ravier y Benoît Dandonneau no se les escapa la ocasión de conquistar la cara oeste del Firé por su trazado más elegante, y en solo 20 h de escalada efectiva realizar la vía Sous les galets la page (93) mediante una aventura como las de antes, con maza, madera y pitones. En la Visera, J.Alonso, J.Barthe, J.Pereira y J.Fernández realizan desde abajo la vía El vuelo del Fénix (93), una atrevida escalada directa al Trono, pero con el tiempo claramente marginada por el éxito de sus vecinas. Quienes triunfan sobradamente en la Visera son los vascos Guillermo Bañales Willy, Javier Mugarra y Jon Lazcano, con la vía Alpinismo deportivo (93), toda una lección de 7º grado abierta por abajo con la máxima intuición y las mínimas expansiones, que resultará una clara réplica a lo que poco a poco se cuece en el ambiente: la fusión del grado deportivo con el espíritu de gran pared. Una combinación que muchos intentarán eludir sin más, mientras que otros la entenderán como la trayectoria más válida para seguir evolucionando. Otro claro ejemplo del fenómeno lo tenemos con la vía Stargate (95) de Willy Bañales en el circo norte del Pisón, con largos de 6b sumamente expuestos y en roca mediocre, que de seguro costará de repetir. Con todo esto, la respuesta de los rigleros más enérgicos será la liberación de itinerarios con solera sin reequipar, utilizando la ferralla original de la vía, y reforzándola con fisureros, micros o friends. Un reto escrupulosamente conseguido por Seta, Chiro Sánchez y algún que otro apasionado como J.Ballester Batiste y Salva Arroyo, en selectas vías como la Luis Villar, la Gallego-Carrillo, la Antonio García Picazo, la Micomicón, la Cintero, la Catalanes, la Xere Sandra o la Directa a la Visera entre otras. Estas escaladas permitieron tener una nueva visión de las vías sin parabolts, ni mejor ni peor, simplemente diferente, cuyo propósito fue reivindicar los valores fundamentales de la escalada de toda la vida. Pero tras estas realizaciones atrevidas y expuestas, el grueso del colectivo continuó fiel al concepto básico de seguridad propuesto, rechazando por sistema todo lo que no estaba reequipado con buenos anclajes, y con un distanciamiento prudente entre ellos. Quién desde un principio optó por ésta filosofía fue Miguel Carasol, sembrando su semilla por todos los lugares más idóneos para una escalada deportiva como tal. Son numerosos los tochos y bordillos de hasta 70 m equipados por este otro escalador del pueblo, desde sus primeros pinitos en el 87 con Seta en los Mallos Pequeños, hasta en los imponentes desplomes de la norte del Pisón donde seguro ha invertido horas y horas colgado diseñando sus itinerarios casi siempre en solitario. Pero donde apreciaremos su verdadero entusiasmo por Riglos será en las páginas de la última guía aparecida sobre los Mallos (2012), un voluminoso trabajo concebido junto con Chema Agustín, donde se aprecia fielmente el interés y el buen gusto de los autores. Otro gran apasionado de Riglos es sin lugar a dudas Felipe Guinda, al cual te debemos las tres guías anteriores, que no es poco, y algunos itinerarios equipados en el Mallo Colorado y la Aguja Roja.




Después de varios años cerrado y con graves desperfectos en la cocina que hacían inviable el mantenerlo abierto, el primer refugio de Riglos de poco más de 70 metros cuadrados se derriba a finales del 98 y se replantea uno nuevo sobre una superficie total de 600. La nueva construcción financiada totalmente por Montañeros de Aragón, tardará bastantes años en ver la luz y no será hasta el 30 de septiembre del 2007, la inauguración de tan anhelada obra acorde con los nuevos tiempos.
Para finalizar los 90, cabe citar la primera vía equipada por arriba en el Firé: la Directa As Cimas (99) de V.Arazo y J.Calvo, con variante incluida -Rigloglicerina- en la parte final, que reafirma el éxito de los itinerarios largos bien equipados, que en definitiva es lo que busca la mayor parte del personal influido claramente por la escalada deportiva. Con la llegada del nuevo milenio vuelve Christian Ravier a por más primeras, y tras entrenarse a conciencia en los Mallos de Agüero abriendo cuatro consistentes itinerarios a medianos de los 90, logra junto a Joan Carles Griso ascender al Mallo Castilla por la vía Kalachakra de Roca (01), dando ejemplo de sus facultades acordes con su apellido equipando por abajo en libre hasta 7a taladro en mano. Al siguiente año junto con Philippe Barthez, consiguen la Maudite Aphrodite (02), otra fulgurante victoria en el espolón sur del Firé si no fuera por un curioso detalle que pocos conocen. Resulta que a primeros de los 80, los barceloneses Toni García Vikingo, Lluís Lucas (hermano del más conocido Enrique Lucas) y Armand Ballart ya se les ocurrió la brillante idea y escalaron gran parte de este itinerario, pero al encontrar rastro en todas las tiradas decidieron a tan solo un largo de la cumbre abandonar el proyecto. Tal misterio provenía de las inverosímiles variantes que se efectuaron en el transcurso de las primeras repeticiones a la vía Rabadá-Navarro, cuya referencia no salió a la luz hasta el año 84, gracias al meticuloso trabajo de Fernando Orús y Rafael Montaner con su primera guía de Riglos.

ÚLTIMA DÉCADA

En los primeros años del 2000, la actividad aperturista riglera fue mermando ya que gran parte de la atención se trasladó a la vecina vertiente sur de la Peña Rueba, donde Luis Royo, Julio Benedé y principalmente Ignazio Cinto, entre otros, sentenciaron las líneas más significativas que no fueron pocas. Mientras tanto, a la sombra del Pisón, Jaume Clotet Paca y A.Ballart realizan en tres jornadas de julio la Catalanes a la sombra (04), un menú completo para pasar del bochorno y emplearse a fondo por un terreno donde hay que dominar todas las técnicas desde el primer hasta el último paso. Más a la izquierda, Jesús Gálvez y J.M.Fernández abren Culandraca (06), otro exigente itinerario donde la intuición manda y el arte de la autoprotección supone la llave para sortear con garantías el gran muro norte sin ningún tipo de expansión.




El ansia de los locales por subir el listón estancado en el 7b, hace del desplome de la Visera su punto máximo de referencia. Toño y David Rivas equipan la vía Popeye (06) a la derecha de la Fiesta, consiguiendo añadir un plus al grado existente con solo sumar más metros de continuidad al último largo. Pero lo que de verdad logró Toño con todo esto, fue la obsesión por abrir un itinerario auténtico desde abajo para dedicárselo a Rainier Munsh Bunny, tristemente fallecido en verano del 06 en accidente de montaña. Con un Armand Ballart de invitado totalmente entregado a la causa, mano a mano desvelaron el espacio disponible entre la Serón-Millán y la Micomicón, para ofrecer al ilustre guía francés una aventura de categoría tal como a él le hubiera gustado. Después de siete jornadas alternadas en primavera, la cordada maño-catalana consigue con solo tres espits de progresión, vencer la verticalidad del Pisón y dejar la vía del Bunny (08) bien alta con respecto a los itinerarios no deportivos. Unas semanas después, Armand vuelve con Remi Brescó a por el Firé, para abrir una vía más relajada tras la tensión acumulada en el Pisón. Al proyecto se suma Sonia Casas, y en tres días rematan Dos hombres y un bombón (08), enlazando las debilidades del terreno a la izquierda de la vía Villar. Mientras tanto, los veteranos Gregorio Villarig y Jesús Yarza se ponen las botas abriendo a sus anchas una docena de lógicos trazados en los Mallos Pequeños, dando fe de un lugar reñido con la moda, y de una ilusión que no tiene edad. También Fernando Cobo vuelve a las andadas tras un largo paréntesis, y con voluntad de hierro abre y equipa desde abajo la vía El abuelo Rogelio (09) en el Firé, ayudado por A.Guzmán, F.Guinda, A.Gallego, L.M.Hernández, Toño y Roger Roussell, a quien va dedicada la ruta. Una buena escalada pese a su limitado espacio, que le cargará de energía para volver con inercia a abrir y equipar la vía de las Madres, y la Irene y la Paz (11), en el Cuchillo y el Frechín respectivamente, siempre por abajo como de costumbre.




Otra ruta muy dura y mantenida es la conseguida principalmente por Edu González (ayudado en dos largos por Josema Jarrin, Dani Moreno y Javi Pérez), en el margen izquierdo de la norte del Pisón: Misión cumplida (10). En la Visera y a la derecha de la Popeye, los vascos J.Montero y A.Legarra logran encajar desde lo alto la vía Zuzen (10), otra prueba del palpable interés deportivo que ofrece este excepcional rocódromo natural, con un futuro predestinado que todos podemos imaginar. Pero quien iba a sospechar a estas alturas, que por la cara más cruda del Pisón se pudiera subir sin perforar en tiradas ni en relevos. Solo al Pelut (David Palmada) y al Paca (Jaume Clotet) se les podía ocurrir tal evento y dedicarle casi dos semanas en pleno verano para abrir "Sin chapas y a lo loco" (11), una sobredosis de artificial exageradamente refinado, para conseguir sujetarlo todo a la pared sin recurrir al taladro. Por ahora el primer A5 de Riglos, claro está, que la graduación va acorde con la precariedad de las reuniones y los pormenores de elevar el lastre de tal aventura. Más fácil lo tuvieron Salvador Arroyo y J.Antonio Millán equipando el Firé por la vía Al-Andalus (11), una nueva alternativa para alcanzar la Punta Mallafré con solo cintas exprés, que de seguro acabará con el tiempo pulida como tantos otros itinerarios de moda, poco obligados y vestidos con parabolts cada "x" metros, que triunfan en el repertorio. La última vía equipada en los Mallos se la debemos a Israel Blanco, Toño y Xosé M.Otero, la Shackleton (12), un proyecto aparcado de Israel definitivamente concluido, para dar vida una vez más a una de las paredes más solicitadas y famosas a los cuatro vientos: la Visera.
En definitiva, la conclusión después de este breve repaso histórico no puede ser otra que el contraste con mayúsculas entre un paraje melancólico abatido por sus primeros dramas, a una súper-escuela de lujo mundialmente conocida con un futuro más que brillante, pulido.

Publicado en GAME Magazine nº21 (marzo-2014)