ESCALADA MONTSERRATINA



Primeras escaladas

- Seria casi imposible concretar cuál fue la primera escalada en Montserrat, cuando muchas de sus rocas son claramente accesibles con un mínimo de preparación y prudencia. Suponemos que muchos de los ermitaños ya trepaban en sus días de una u otra forma, para levantar sus ermitas en lugares elevados o simplemente para practicar la contemplación desde las atalayas próximas a éstos. Parajes como el Serrat de les Onze, l'Albarda Castellana, l'Elefant, o alguna que otra cima de la zona de los Gorros, de seguro fueron pisadas en siglos precedentes por anacoretas ansiosos de solitud y silencio. Pero no fue hasta el 1851, que los intrépidos José Pujol y Francisco López, dieran la campanada con lo que se supone fue la primera escalada al Montcau de Sant Jeroni, apareciendo publicada en el Diario de Barcelona de aquella época. Posteriormente, la ascensión al Montgròs a cargo de un grupo liderado por Cèsar August Torras en 1880, significó un primer paso hacia la exploración de las zonas más remotas y aisladas de la montaña, donde la ausencia de senderos representó toda una hazaña digna de una expedición. Gracias a la constante labor de leñadores y carboneros, se trazaron muchos caminos sin ningún destino aparente, que posteriormente se aprovecharon para acceder a los principales objetivos montserratinos. Uno de éstos fue sin lugar a dudas la Gorra Frigia, una cima relevante pisada por vez primera en 1920, por un personaje clave en los orígenes de la escalada en este país: Lluís Estasen. El 14 de mayo de 1922, Estasen y Pau Giménez alcanzan la altiva cumbre del Eco Superior, i días después consiguen la primera travesía als Flautats. Posteriormente, Estasen escala el Frare Gros, la Boteruda del Gra, la Torta y una de las agujas cimeras de la pared norte de Ecos que con el tiempo llevará su nombre. Con todo ello, podemos considerar la figura de Estasen y compañeros, los verdaderos introductores de la escalada en Catalunya y los que asentaron la escuela montserratina como tal. Fue una época en la que se fundaron los primeros centros excursionistas, dinamizado las salidas hacia la montaña. Existían pocos escaladores y sus principales objetivos estaban en el Pirineo, Montserrat solo representaba un lugar de aprendizaje, junto con el vecino macizo de Sant Llorenç del Munt, el Figaró y la cresta del Montseny ocasionalmente. Mientras Estasen aún logra alguna que otra interesante ascensión como el Bisbe (1932), en la década de los 30 se instala la primera generación de escaladores como tal, venidos de Barcelona, Manresa y Terrassa principalmente. La batalla se centra en conquistar las agujas más notorias a toda costa, y para ello surge una singular técnica que consiste en sujetar un tronco apoyado en la pared, para salvar el desplome inicial en muchas de ellas. Una acrobática estrategia que sirvió para subir al Lloro, l'Ou de Colom, la Nina, la Portella Superior, o la Cadireta d'Agulles entre otras, cuya complejidad las apartó del repertorio habitual. No fue hasta mediano de los años 40, con la aparición de las pitonisas de buril, que estas escaladas se repitieran con más frecuencia dado su elocuente interés.


Entre tanto, y a las puertas de la guerra civil, la máxima atención se centró en la figura del Cavall Bernat, un asunto pendiente para todos los escaladores punteros, pese a sus limitados conocimientos verticales y un material técnico bastante primitivo en general. Después de numerosas tentativas desde el año 24, por todo tipo de cordadas más cargadas de ilusión que de otra cosa, le llega la hora al célebre monolito y el trío formado por Josep Costa, Josep Boix y Carles Balaguer se lleva el triunfo más sonado pisando su cumbre el 27-X-35. Miembros del grupo afectivamente llamado Amics del Sol, adherido al Ateneu Enciclopèdic Popular de Barcelona con Pere Bosquets de alma mater, fue el colectivo promotor de la continua tarea de conservar las fuentes y caminos montserratinos, promoviendo una cultura naturista en la que figuró la escalada. Otros éxitos remarcables dels Amics del Sol fueron las primeras ascensiones a la Talaia Gran (34), el Lloro (36) y años después un itinerario en la cara norte del Cavall Bernat (45), que abrirá las puertas hacia la exploración de las paredes orientadas hacia Monistrol. La primera incursión a la pared NW de Sant Jeroni la llevaron a cargo Jaume Caselles y Celdoni Espunyes de Manresa. Caselles fue el más destacado de los escaladores manresanos de aquella época, al cual le debemos además, la primera ascensión a la Mòmia (35), la Momieta (43) y l'Agulla Gran del Pas del Príncep (44), valiosas gestas que evidencian la gran calidad de los escaladores del Bages.

Escuela de maestros

- Con la década de los 40 aparece una intrépida generación, con nombres como Jordi Panyella Pany, Maria Antònia Simó, Carme Romeu, Ernest Mallafré, Vicenç Barbé, Jordi Farrera, Jaume Vendrell, Raimon Estrems, Jordi Casasayas Haus, Josep Alaix, Andreu Sorolla, Mingo Arenas, Ignasi Capeta, y los hermanos Francesc y Josep Estorach entre los más representativos, que serán los máximos responsables de la actividad aperturista conquistando la mayor parte de las rocas más destacables que aún resten vírgenes a la huella humana. Todos ellos no tuvieron más remedio que abrir vía en sana competencia para seguir adelante. La rivalidad entre los clubs pronto desató una fructífera etapa en la que prácticamente todas las rocas y agujas principales fueron escaladas por vez primera por sus vías normales u originales.




Sería injusto omitir el gran mérito de estas increíbles gestas en tiempo de la postguerra, con la consecuente miseria y represión franquista que dominaba el ambiente. No por ello se dejó de escalar, más bien todo lo contrario, los más destacados siguieron firmes a su trayectoria pese a la escasez de recursos, y los que menos encontraron en la montaña un lugar idóneo para reunirse sin ser perseguidos. Uno de los más inquietos fue sin lugar a dudas Jordi Panyella Pany, un fuera de serie que en sus pocos años de actividad dejó una profunda huella en el panorama vertical, con unas primeras que siguen siendo una buena muestra de valor e ingenio. El Dit, el Sentinella, el Gegant Encantat o la Porra entre otras, podemos considerarlas unas ascensiones selectas de los 40, apreciadas aún por su estética y compromiso.





Con la Agulla Fina dels Naps de Baix abierta por Pany, Ayats, Sala, Agramont y Feiner en el 52, concluye la etapa de conquista, se había escalado todo lo inaccesible andando. A la par, la escalada toma un giro inesperado aumentando los adeptos de una forma notable, siendo inevitable incrementar los cursillos para evitar posibles accidentes. El material continua muy vetusto y rudimentario, y con los recursos del momento los itinerarios resultan muy arriesgados en general. Las alpargatas y la cuerda de cáñamo, son la máxima expresión de una actividad en auge, donde siempre hay que acertar la jugada y no caerse. Por norma general, la fiabilidad de la cuerda solo se garantiza en la maniobra del descenso o rápel, siendo del todo dudosa en caso de una caída importante. No será hasta medianos de los años 40 que un artilugio usado por los albañiles llamado buril, entre puntualmente a formar parte de esta historia, facilitando el perforar la pared para introducir una pequeña pitonisa en la roca que el de segundo recuperará. Los primeros en usar esta nueva estrategia fueron Josep Ferrer Pitu y Josep Barberà en el 45, exclusivamente para repetir las vías abiertas con troncos anteriormente. Nueve años más tarde, Jordi Alvarez diseñará las primeras pitonisas de expansión conocidas, homologándolas en el pronunciado desplome del singular Cap de Mort, antes de ser utilizadas definitivamente para terminar la parte superior de la vía Puigmal del Cavall Bernat en el año 54.



Asalto a las paredes norte

- Mientras, miembros del grupo Terra i Mar (TIM) de Sabadell toman la iniciativa para reunir el re póquer de paredes norte, empezando por la más evidente, la pared del Aéreo. Una empresa aparcada por Pany y Farrera en el 41 hasta la Plaça Catalunya a 120 m de la base, que los TIM reemprenden mediante un considerable trabajo en equipo que les llevará después de largas y penosas jornadas, a culminar en la estación superior del aéreo en el 48. Un año después consiguen la TIM de Sant Jeroni, la chimenea reina de todo Montserrat, con llegada directa al punto dominante del macizo (1236 m). Por diferentes discrepancias, algunos miembros del TIM cambiaron de entidad y las siguientes realizaciones se las dedicaron al CES (Centre Excursionista de Sabadell) y a sus presidentes. En la muralla de Patriarcas abrieron la vía Sabadell (52), y en la pared dels Diables la extraordinaria vía Lluís Creus (55), todo un recital de dificultad técnica de casi 300 m, que supuso la gesta más notoria y extrema realizada hasta aquel momento en Montserrat, y posiblemente dentro de nuestras fronteras.



Cabe destacar las figuras de Andreu Sorolla y Josep Alaix como los principales artífices de estas grandes hazañas, junto a infatigables compañeros como Florentino Izquierdo Tino, Jaume Camarasa, Francesc Gual, Lluís Corominas, Josep Lladó, Joan Camp, Rufí Nogués, J.Galícia, M.López y A.Minguell. Hay que reconocer el gran mérito de estos escaladores de Sabadell para encararse con estos descomunales objetivos, reunir todo el material necesario y acertar la logística adecuada para el éxito del equipo. Aún en el 56, J.Lladó, J.Vilana, J.Montserrat, Domingo Jo, X.Odena, J.Salomó y S.Balaguer consiguen con la vía Pere Carner, coronar una de las seis rectilíneas fisuras de la muralla norte de Ecos, tras una auténtica expedición al escenario más remoto y aislado de la vertiente. Cabe resaltar que todas estas vías, denominadas TIM popularmente, tardaron más de 20 años en ser repetidas, y continúan siendo un mítico trofeo para todo buen montserratino que se precie dadas sus exigencias, carácter y sobrio equipamiento. Otras ascensiones relevantes fueron las protagonizadas por Josep Santacana en el 53, como la primera integral a la pared del Aéreo junto con Josep Gómez, R.Ferrera y M.Estaper, o la dura vía GEDE a la Mòmia con Ramón Ferrera y J.Balbastro, más conocida por la Santacana de la Mòmia.




Pero a principios de los años 50 no todo estuvo unido al alarde técnico y a jornadas de laborioso esfuerzo, la esencia de la escalada en libre europea cuya resonancia llegaría desde los países alpinos, enderezó la trayectoria a los mejor conectados puliendo el estilo con unos conocimientos mucho más modernos. El dúo formado por Joan Nubiola y Josep Maria Torras cuajó rápidamente en el ambiente, realizando un gran número de primeras con un ideal propio inspirado en la Arrampicata divertendosi, resultando una de las cordadas más unidas i fructuosas que nos ha dado la montaña.



La vía Puigmal terminada por Jordi Àlvarez, Jordi Ayats y Miquel Navarro en el 54, supondrá un punto de inflexión que marcará un antes y un después en la historia de la escalada montserratina. La vía en sí representó todo un avance resolviendo un evidente problema técnico que había frenado a muchos de los mejores escaladores de la época, y anulando a la vez el término imposible del vocabulario trepador.



La pitonisa de expansión, o un simple remache en tal caso, será la clave en adelante para superar cualquier obstáculo a toda costa, pese a ser un método no aceptado por todos. Llegó el momento de abrir por abrir descubriendo las líneas más arrogantes que ofrecía el macizo, y sin lugar a dudas las Arestas Brucs significaron las joyas de la corona. Muchas de éstas, se las debemos a los hermanos Jaume y Joan Cerdà, una compenetrada cordada capaz de destrepar todo lo que escalaba, por si acaso no podían continuar. En su filosofía no entraba el buril, por lo que la mayor parte de sus rutas se abrieron aprovechando al máximo las limitadas posibilidades del terreno. Así nació el VIº grado montserratino, obligado y expuesto, en cuya zona de las Agulles quedó radicado por muchos años, distanciándose claramente de la dificultad conseguida en otros sectores de la montaña.




Artificial tal cual

- Una escalada artificial mucho más avanzada se asentó definitivamente en el conglomerado, gracias a las influyentes tendencias importadas del extranjero. La profusión de hierro en pared fue una nueva forma de evolucionar muy criticada en ciertos lugares, donde prosperaron las Directas y Directísimas como en las Dolomitas. Una licencia para estribar inventada a finales de la década de los 50, que arrastró buena parte de los jóvenes escaladores hacia unos objetivos cada vez más atrevidos y vertiginosos. Mientras tanto, la diana montserratina se centra en los Frares Encantats donde se abren la vía de l'Asiàtica (57) por Manel Guasch, J.Pérez, A. dal Maschio y Jaume Cerdà, y algo más a la derecha la famosa arista GAM del Bisbe (59), realizada por un nombroso grupo del Club Muntanyenc Barcelonès, que pronto dará que hablar. Precisamente del GAM destacaron una serie de cordadas dispuestas a dar un paso de gigante, y un socio en cuestión llamado Josep Manuel Anglada, preparado para organizar las aventuras más trascendentales del panorama nacional. J.M.Anglada, Francesc Guillamón, Jordi Pons, Joan Cerdà, Heinz Pokorski, Miquel Muñoz y Jordi Riera, entre los más distinguidos, configuraron la punta de lanza de los años 60. Una joven remesa que se trajo como entrante lo más puntuable de las Dolomitas, para conseguir siguiendo la pauta italiana, unas sorprendentes líneas en la vertiente norte montserratina que han quedado como las más emblemáticas para la historia.



La cordada Anglada-Guillamón se adjudicó una docena larga de consistentes primeras, entre el Tozal del Mallo, Riglos, Terradets, Navarra y Montserrat, que supuso todo un record de actividad en poco más de dos años. La cordada rival, Cerdà-Pokorski, se tuvo que conformar con lo que se les descuidó a los primeros, pero de todas formas ambas fueron los principales referentes de la escalada catalana de finales de los 50 hasta mitad de la década siguiente.



La escalada montserratina más sonada del 60 fue sin lugar a dudas la vía Anglada-Cerdà de la pared del Aéreo. Un proyecto original de Anglada, que ayudado primero por su futuro cuñado Daniel Vergés y definitivamente por Joan Cerdà, supuso una auténtica obra maestra del artificial, encadenando de la forma más elegante y directa las contadas fisuras del frontón principal de la muralla. Una ascensión famosa donde las haya, que ahuyentó en sus días a más de un célebre alpinista foráneo al descubrir el refinado estilo de progresión empleado en tal hazaña. Desde minúsculas pitonisas hasta todo tipo de pequeños remaches, fueron colocados astutamente para culminar un trazado regularmente frecuentado durante la década de los 60, pero que a partir de los 70 fue decayendo entre otras cosas, por el deterioro de los alambres utilizados para colgarse de los anclajes. Cabe destacar que a razón de esto aparecieron las plaquetas recuperables, un diseño exclusivo de la escalada catalana inventado por Jaume Cerdà, que más tarde condujo a fabricar las chapas fijas que todos conocemos actualmente, pero mucho más delgadas.
Con Anglada ocupado organizando expediciones al extranjero, Montserrat tomó un breve respiro salvo una elocuente excepción protagonizada a finales del 60 por Jaume Mas y Josep Brullet, descubriendo una de las líneas más solicitadas del Serrat del Moro: la vía Mas-Brullet. En el 65, Anglada y Cerdà vuelven al ataque sobre el imponente perfil norte del Frare Gros, y unos meses después en la Boleta Foradada, realizando dos de las vías más bellas y cautivadoras de Frares Encantats. Otro personaje muy vinculado al conglomerado montserratino durante estos años fue Albert Iglesias. Sus primeras denotan un particular interés por lo aéreo y espectacular, tirando de artificial en la mayoría de los casos, como en sus vías más representativas abiertas habitualmente junto con su mujer Carmen Torres y su cuñado Jaume Casanovas, en el Cap del Gat, l'Asiàtica, el Lloro y en la Boleta del Portell Estret, entre otras.



Para finalizar la década, el Espolón NE del Serrat del Moro escalado en el 69 por J.Gracia y Josep Sànchez, servirá de preludio para la carrera de éste último, que conseguirá más tarde varias primeras muy destacables en Montserrat, Pedraforca y Roca Narieda.


La bota rígida de los 70

- Con los años 70 aparece una nueva generación de aperturistas claramente influenciados por los anteriores, que continuaran achuchando con fuerza las paredes norte donde queda muchísimo por hacer. Miquel Lusilla, Jordi Mur y Joan Martí exploran a sus anchas la pared norte de Agulles, enfilándose por la línea más seductora de la Miranda dels Ossos (70) mientras que en la pared de Diables tres proyectos en marcha evidencian el creciente interés del personal por adjudicarse un itinerario en el escenario más peliagudo del perímetro norte. La CADE a cargo de Xavi Pérez Gil, Emili Gil y Ramon Galí, la famosa vía GAM un proyecto de Daniel Vergés, Manel Cervera y Raül Martínez terminado por Salvador Ubach, Remi Brescó, Lluís Costa y R.Galí, y la popular vía abierta por Josep Sànchez y César Martínez, será la trilogía que romperá el hielo a 15 años vista de la vía Lluís Creus (TIM) abierta en el 1955 y aún sin repetición. Destaca también el gran entusiasmo de los activos miembros del GESAM de Terrassa: Francesc Martínez Troya y Alfred Martínez (apodados los Manyos), que motivados por Àngel Casanovas consiguen nada más y nada menos que el Espolón Central de Patriarcas y la GESAM de la pared del Aéreo este mismo año (70).




Al uso corriente del buril, se le añade la nueva costumbre de calzar botas rígidas, habitualmente utilizadas en las ascensiones de alta montaña. Una clara tendencia importada de los Alpes a partir de los años 50, dada la aparición de las llamadas suelas Vibram qué revolucionaron el panorama vertical, al mismo tiempo qué sirvieron para pasar horas y horas cómodamente colgados de estribos. No obstante, cabe destacar que el arnés tal como lo concebimos hoy en día no existía, y las cuerdas se ataban directamente a un arnés de pecho, que los más afortunados combinaban con una cinta en forma de ocho pasada entre las piernas. Con ello, el artificial se trabajaba exclusivamente con los brazos y los estribos, y su buen manejo era primordial a la hora de abrir o repetir cualquier ruta larga de pared. Otro calzado popularmente utilizado fueron las cletas, unas botas con la misma suela Vibram, pero mucho más flexibles y apropiadas para la escalada libre, que se popularizaron en la zona de Agulles principalmente.
Tres zonas montserratinas marcaron claramente las debilidades del usuario durante la década de los años 70: el Monasterio, Agulles y Santa Cecília. La primera, la más frecuentada por su accesibilidad gracias a la combinación del tren con el aéreo, fue el portal de entrada hacia lugares como los Gorros o Sant Benet, donde predominaban las rutas de todo tipo para iniciarse y perfeccionarse en la materia. La escalada en Agulles en cambio, requería de cierta experiencia y un dominio de la exposición, por lo que sus asiduos se les consideraban como los más finos (de finura y equilibrio). Santa Cecília y sus paredes, representaban la meta donde demostrar las habilidades, licenciarse y obtener el pasaporte para objetivos mayores, la secuencia acostumbrada por los clubs de escalada para prosperar técnicamente y afrontar con más garantías las salidas al extranjero. Pero en realidad, estaban apareciendo vías técnicamente más exigentes en nuestro querido conglomerado, que en los acostumbrados objetivos alpinísticos, más unidos al fondo físico, al frío y la nieve en la mayoría de los casos. La vertiente norte de Montserrat estaba adquiriendo un prestigio infravalorado, donde cada nueva ascensión suponía levantar un poco más el listón de la dificultad, hasta tal punto que se llegó a popularizar la frase: "Allà on Montserrat deixa de ser escola". Hubo muchos itinerarios aparte de los famosos TIM de Sabadell, que tardaron varios años en repetirse, y otros tantos considerados clásicos que habitualmente se efectuaban con vivac (Sànchez y GAM de Diables, Anglada de la pared, Mas-Brullet, etc), entrando por la tarde y acabando a las tantas del día siguiente.
En primavera del 71 aparece la famosa vía Punsola-Reniu en el Cavall Bernat, llegando a ser la más repetida de la vertiente norte y un itinerario imprescindible en toda selección, gracias al empeño de Manel Punsola y Jesús Reniu de Mataró. Al año siguiente otra gran clásica como la Cobo-Pamplona acompañará a la menos visitada GESAM en Patriarcas, y la vía Reina-Bellmut descubrirá el flanco derecho de la paret dels Diables acompañando a la vía CADE. Más afortunados fueron F.Casas y J.Alvarez Chani con su vía en el corazón del Serrat del Moro, que ha estado siempre la rival más directa de la Mas-Brullet en popularidad. Justo al lado, Ferrán Roca, Albert Gómez, Pere Roca, J.M.Horrillo y Ferrán Labraña del GEDE consiguen el itinerario más exigente técnicamente del Serrat, dedicado a Jordi Matas desaparecido tristemente en el Hindukush el 71. Un numeroso grupo de Vilanova y la Geltrú encabezado por Àngel Vedo, se encapricha del erecto perfil del Plátano de Diablos, y en el verano del 73 consiguen además de terminar la vía GEAM, el saque más largo sin consecuencias conocido hasta el momento en Montserrat. Una caída libre de 120 m protagonizada por Vicenç Barberà, cuando intentaba rapelar desde la cima hasta la última reunión alcanzada por sus compañeros, con tal de facilitarles la retirada de la pared. Durante la maniobra de colocarse el mosquetón de hierro y la cinta en ocho pasada entre las piernas para bajar, incomprensiblemente el nudo de anclaje se salió del mosquetón de la reunión, trabándose en el suyo sin tiempo a reaccionar y con 60 m de cuerda libre por debajo. Vicenç prácticamente no tocó la pared, y la fortuna le acompañó gracias a que sus compañeros habían fijado previamente el otro extremo de la cuerda a la reunión.



Después de este tremendo record Guinness, cabe destacar otro no menos curioso efectuado por Josep Barberà escalando todas las rocas y agujas montserratinas por sus vías normales. Entre el 69 y el 72, Josep Barberà y su habitual compañero Vicenç Soto de Sant Cugat del Vallès, concluyen la llamada Operació Montserrat resiguiendo el mapa de Ramón de Semir y tachando todo aquello que consideraron escalable. Un total de 833 objetivos alcanzados y reseñados, ocupan el grueso del libro Pam a Pam, una gesta destacable con solo una repetición hasta el momento a cargo de Josep Rigol del Penedès.
Con unos trazados fieles a la lógica y a la estética como la vía Carrizosa-Coll del Bisbe (73) y el potente Diedro CADE de la Agulla del Centenar (74), que en su día representaron un gran paso en las crónicas del momento, llegamos al término de una etapa marcada por el final de la dictadura y la entrada a la transición. A partir de esto, un colapso de nuevos conceptos influirá en la vida cotidiana abriendo camino hacia una libertad ansiada por todos, repercutiendo en el mundo de la escalada que no quedará al margen de los acontecimientos. Una nueva generación irrumpirá con fuerza en el panorama vertical a partir del 75, destacando un descarado grupo juvenil denominados los Piratas.

Los Piratas y los que no lo fueron

- Varias bandas han desfilado a lo largo de esta historia, pero sin duda alguna la de los Piratas ha sido la más original, sonada y nombrosa con diferencia, que nos ha dado la escalada montserratina. Una veintena larga de diestros escaladores, fundidos en un compacto grupo que arrasó con todos los mitos y leyendas, sobrevivió al margen del sistema amparados en sus propias reglas. Procedentes de diferentes barrios de la capital, con la Catedral como punto de encuentro y afiliados a un centro llamado AGRUECC (Agrupación excursionista del colegio de Caspe), los Piratas se apuntaron al carro de la escalada sin apenas ningún vinculo aparente, y de una forma totalmente autodidacta que les otorgó un marcado carácter. Su esplendor fue tan breve como intenso, ya que en el 78 los más acreditados se marcharon al servicio militar, y al retorno el grupo se disgregó tomando diversos rumbos con el objetivo primordial de huir del bullicio urbano. Vestidos con un jersey negro con una franja blanca en el pecho, los Piratas basaron su filosofía a partir de las míticas vías TIM y demás itinerarios que por diferentes razones no se repetían.




Una vez resueltos todos los misterios, no les quedó otra alternativa que abrir vía, y precisamente la primera fue la Valentín Casanovas en la pared del Aéreo (76), una sonada gesta que puso a prueba a los mejores de la época, siendo durante muchos años el estandarte del grupo y tarjeta de visita hacia una nueva era de la dificultad. La vía Cósmica remató la faena resultando el trazado más duro y acrobático abierto hasta la fecha en la vertiente norte (78), difícilmente comparable con cualquier otra cosa abierta a nivel nacional. Si los Piratas hubieran tenido coche... pero su marco de acción fue principalmente Montserrat, y con ello tuvieron la enorme suerte de abrir gran parte de los trazados más bellos y transcendentales que hoy en día consideramos como grandes clásicas de dificultad. La Aresta Arcarons, la Griviola Bella, la Desirée, el Espolón Puiggròs, la Vagabundos del Dharma, la Electric Ladyland, la Easy Rider, la Magic Stones, la Hurtado-Carbonell, la Antonio Machín o la Arco Iris entre otras, son frutos de la desmesurada pasión de estos jóvenes con apenas recursos y experiencia, forzados durante años a experimentar sobre el conglomerado montserratino. Ellos fueron testigos entre otras cosas del precipitado cambio de la bota rígida al pie de gato o de la aparición del ocho para rapelar, dos elementos claves en la evolución técnica de la escalada sin lugar a dudas. Los Piratas más representativos fueron: Antonio García Picazo, José Rodríguez Rodri, Miguel Arcarons, Manel Pedro Gastón, German Folch, Sergi Martínez, Lluís Hortalà, Ramón Artigas, Juan Carlos Aldeguer Pato, Robert Fernández, Claudi Mena, Joan Altimira Araña, Joan Mulero Oruga, Toni Gonzàlez Abuelo, Manolo Martínez, Ignasi Ruiz Nacho, Lluís Agustí Panadero, Jordi Solé Caraguapa, Lluís Solé Casiguapo, José Manuel Pedra, Jordi Borrut, Marc Homs, César Pérez Hurtado y Armand Ballart.
Con ellos arraigaron figuras de la talla de Pere Camins del CADE, Joan Carles Griso del GEDE, Josep Carbonell Buril del EAM de Sardanyola, el célebre Fredi Parera de Terrassa, José Maria Peralta, Jean Charles Peña, y un trío formado por Albert García Julianillo, Jesús Martínez Primo y Alfonso Villa Espele, sin omitir escaladoras como Elisa Minero, Pilar Martínez, Trini López, Meri Puig, Anna Masip o Maribel Lizarán, por sus meritorias escaladas y adhesión al grupo.
Otro entrañable trió del barrio de la Trinidad que siguió fielmente a los Piratas fue el formado por Peque, Ricardo y Mantecas, cuyo triste final fue la caída mortal de los tres desde la cima de la pared del Aéreo cuando terminaban la vía Valentín Casanovas una tarde de noviembre del 80.




Paralelos a los Piratas, despuntaron muchos grupos de aperturistas asentados en los principales clubs de escalada barceloneses. Del CADE (CEC) destacaron Ricard Vila, Joan Cassola, Josep V.Ponce, Xavi Cid, Joan Jover, Alfons Valls, Joan Quintana, Emilio Albir, Josep Lalueza, Joan Badia, Josep E.Paül, Eduard Ruiz y Ramón Masats. En el SAME (UEC) estaban Jordi y Josep Maria Salvany, J.Lluís Moreno, J.Lluís Sasot, Jaume Real, Xavier Giné, Jordi Pallas, Santi Llop, Xavier Ortega, Pep Masip Nifo, Jordi Verdaguer y Emilio Ortega. Del Club Excursionista Pirenaic citar a Josep Maria Alsina. Del STAE sobresalieron Manel Rosell, Eric Promio, Juan Tomás, Jordi Lluch, Armando Cobo y Carles Bausa. Del GEDE, Joan Carles Griso, Vicenç Badia y Ricard Gil. Del CAMM, Juan Carlos Serrano y Xavi Vidal, y de la UES de Sabadell, Pep Torner Lennon, Santi Marzo, Lluís Baciero, Joan Wenceslao, Enric Renom, Xavi Nicolau y Ramón Sànchez entre otros.
En esta época aparecieron los Barrufets, un conjunto formado por acreditados escaladores de varias entidades, cuyo vínculo estuvo a la altura de las circunstancias gracias a la diestra labor de Jordi Camprubí, Remi Brescó, Albert Gómez, Xavi Pérez Gil, Toni Ramírez, Anton Fontdevila, Miquel Lusilla y Pere Roca entre los más entregados a la causa. La vía Barrufets de Diables (78) representó un claro ejemplo de sus facultades.




Fueron tiempos de rutas significativas como la clásica vía dels Sostres (79) y la Veni Vidi Vinci (80) abiertas por los de Sabadell; la Flipp Matinal (79), la Rolling Stones (80), la Directa Sagitario (81) de J.C.Griso y los Piratas; la Cainejos (79), la Diagonal del Vertigen (80), la SAME (80), Integral Borinot (80) y Anubis (80) por los más activos del SAME, y la vía del Rat Penat (79) por miembros del CADE.
Todos ellos continuaron fieles al estilo propuesto por los Piratas, apurando al máximo la escalada en libre, y utilizando el buril lo mínimo posible. En contra, los Piratas tuvieron el gran defecto de graduar el V+ como lo máximo, contagiando la manía al resto, mientras se estaba escalando claramente por encima de ese grado. Quedaba claro que algunos V+ de aquella época llegaban en ocasiones hasta 6b, y muchas veces con una buena dosis de exposición.
Pronto aparece la llamada New Wave (81), con una concepción mucho más moderna gracias a las influencias del Free Climb y tras unas puntuales visitas al escenario del Verdón. Entre los hermanos Néstor y Nil Bohigas, Albert Cucó, Toni García Vikingo, Josep Rigol, Enric Lucas y Miguel Picallo, están algunos de los responsables de vías representativas como El Districte de les Bruixes (82) en Diables o la Nasti de Plasti (81) en el Serrat del Moro. Su trayectoria por Montserrat fue más bien breve, desviando su atención hacia objetivos alpinísticos mucho más complejos y lejanos.




Escalada a dos bandas

Los 80 traen el mayor cambio acontecido en la escalada montserratina abriendo las puertas a un nuevo concepto basado en la escalada libre extrema, previamente asegurada, para conseguir a toda costa un grado cada vez superior. Si Santa Cecília había estado el centro neurálgico de los años 70, Sant Benet toma claramente el relevo a todo un personal disfrazado con mallas y bolsas de magnesio que será el punto de mira durante gran parte de esta nueva década.
Posiblemente la vía Titu en la Panxa del Bisbe realizada por Carles Campos y Josep Reche en el 81 sea el primer itinerario equipado por arriba de todo el macizo, al que le siguieron rápidamente The Wall (81) en el Elefant y la Brown Sugar en la Mòmia (82), abriendo la veda a todo un colectivo que no tuvo reparo alguno en descolgarse desde lo alto para burilar. Una vergonzosa maniobra utilizada ocasionalmente para culminar alguna vía larga por comodidad, será desde ahora una técnica perfectamente válida para inaugurar trazados, no siempre aprobada por todos. Era evidente que las vías se abrían por abajo empleando los recursos existentes, la destreza y la sangre fría de cada uno, cosa que no todo el mundo era capaz de hacerlo. Con la nueva fórmula, cualquiera podía triunfar en poco tiempo, atiborrándose de nuevos itinerarios en los lugares más insospechados. El argumento principal para esto fue la positiva realidad de ampliar un grado estancado abriendo por abajo, al penoso precio de enterrar toda una filosofía de un estilo tradicional madurado durante décadas. Algunos fueron conscientes de ello, pero otros cambiaron hipócritamente de chaqueta para destacar, cuando anteriormente no lo consiguieron de la forma habitual. El hecho de que unos indignados Piratas rompieran los anclajes de un nuevo proyecto equipado desde arriba por un tránsfuga en la pared del Aéreo, encendió la mecha del bando contrario llegando a un enfrentamiento que dio lugar a un crispado debate sobre el tema. Un encuentro organizado con los principales adversarios, dio como fruto la libertad total de acción, con la única premisa de respetar a los demás. En consecuencia surgió un coctel de tendencias que no hizo más que rizar el rizo y marear al personal recién llegado, que no supo muy bien a quién creerse. La escalada clásica versus la escalada deportiva, fue y sigue siendo la típica discusión de bar, cuando realmente son dos cosas totalmente diferentes con un denominador común: la roca.
Hasta que no se selló esta profunda grieta pasaron varios años marcados por una clara división ideológica, donde unos pocos ostentaron el martillo y el resto se encadenaron a la evolución. En la piel de Montserrat es donde más se notó este malestar, desviando gran parte del personal hacia florecientes escuelas sin ningún vínculo anterior como Vilanova de Meià, donde todo el mundo hizo lo que le dio la real gana desde arriba, por abajo, y en ocasiones hasta de lado.




Mientras que en Sant Benet se asentaba todo el orgullo free y en Agulles se refugiaban los cuatro gatos ligados a la escalada tradicional, los años de esplendor de las grandes paredes norte y del refugio de Santa Cecília habían terminado. La transformación daba paso al grado prefabricado rompiendo la frontera de un sexto grado especialmente comprimido por generaciones anteriores. Aparecieron nuevos sectores como el de los Vagos en el camping, para no ir más lejos y ahorrar la energía suficiente para ir en libre de chapa en chapa, hasta que paulatinamente se llegó al Rotpunkt y al parabolt, dos principios básicos de la nueva era. Con el parabolt apareció el tema de los reequipamientos, un capitulo difícil de digerir por muchos depredadores armados con taladro y con poco sentido común, que transformaron rutas a su antojo aún sabiendo que crearían cizaña entre el personal. Cartas y más cartas al director fueron publicadas en las revistas especializadas (Desnivel y Extrem), defendiendo las respectivas posturas y llenando un espacio en blanco hambriento de polémica fresca. En definitiva, la década de los 80 sirvió, sino más, para apaciguar, reflexionar y ordenar, una serie de conceptos que marcaron los diferentes caminos a seguir.

Tribus montserratinas

- Tras los citados Piratas, otra sonada tribu de escaladores irrumpió en el decorado montserratino asistiendo a la época de transición de la bota al pie de gato, los Loküs de Terrassa. Como su nombre indica, esta peña trepadora vestida con jerseys azules con franja blanca no solo subía al monte a escalar, sus extravagantes perversiones y saqueos llegaban desde los dominios del Monasterio hasta las puertas de Sant Benet, su morada acostumbrada y punto de encuentro. Entre roca y mucho descontrol solo abrieron una vía llamada Hawái en el Contrafort de la Prenyada, y acudieron a las paredes norte con solo 15 años para dar la talla en vías como la Valentín Casanovas. Entre los más Loküs destacaron Toni Torrens Horse, Bru Coll Puter, Jordi Guitart Pingüino, Pere Guitart Lokü, Manel Pereira Monguis, Xavier García Lokillo, Joan Ribera Genio, Miquel Riera Nano, Pere Casals Pallises, J.C.Cabeza Buitre, Gilbert Guia Joven, Jordi Rius Joker y Robert Rios.
Otro grupo de Terrassa mucho más equilibrado fueron los Yayüs, paralelos a los anteriores pero con una especial debilidad por la agujas más remotas perdidas en la jungla montserratina. La Biblia del Pam a Pam y las tijeras de podar constituyeron la llave para realizar unas aventuras fuera de lo normal, que aún siguen repitiendo de tanto en tanto amparados por una profunda amistad y un eterno romanticismo. Algunas primeras en zonas como la Plantació o Ecos, dan fe de su autoridad sobre el terreno allá donde se borran los caminos y aparece la naturaleza más salvaje. Son Josep Puig, Amadeu Pagès, Ferrán Hernández, Manel Cajide, Paco Jurado, Jaume Rosaura, J.Jover Padró, Jordi Badiella y Joan Rovira.
En el año 82 aparecen los Exploited, una peña más explosiva que nombrosa, tal como la banda de rock-punk que honra su nombre y frenético compás. Unos jóvenes escaladores de Barcelona que rápidamente se pusieron las pilas para estar a la altura de las circunstancias, alternando los modernos itinerarios equipados en Sant Benet con las paredes de Santa Cecília, una provechosa combinación de la cual surgió la famosa vía Libertad Provisional en Diables (83). Su filosofía no se encasillo en favor de nadie, sencillamente les gustaba todo siendo los primeros todo-terreno del panorama vertical, al menos en Montserrat, su principal escenario. Pronto arrasaron con segundas ascensiones a rutas como la Alternativa 3 en Diablos, o la Púrpura Profundo en la pared norte de Ecos, cuyo prestigio aumentaba día a día por ser las vías más trabajosas abiertas hasta aquel momento. Un grupo ansioso de fiesta y aventura, que confraternizó con todos mediante un espitoso ritmo que duró varios años, hasta que el agobio urbano los disgregó geográficamente. Aunque el número de colegas fue muy amplio, los Exploited más representativos fueron: Ricardo Estrada Patata, Juan Carlos Ramayo Litos, Francisco Javier Ramayo Checo, Josep Maria Codina Husa, Antonio Bou Beicon, Santi Juaranz Witti, Toni Saelices y Bartolo Pérez.




Si rebuscamos dentro de los orígenes del Free Climb montserratino encontraremos una sola banda, compacta, activa e incondicional, que ha vivido de primera mano la evolución del grado deportivo desde principios de los 80 hasta nuestros días: los Trini Climb. Una peña asentada principalmente en Sant Benet, que derrochó su juventud a favor de la dificultad más extrema sin vínculos anteriores que contaminaran su pasión. La mayoría avanzaron en su línea, mientras que unos pocos probarían otras facetas de la escalada siempre al límite, como la soberbia ascensión al Monte Thor (Baffin) por la vía Aromes de Montserrat abierta en verano del 97 por Juan Espuny y Cristóbal Díaz, que les valió un piolet de oro como recompensa. Entre los más destacados de la Trinidad tenemos a Rafael Espuny Boris, Juan Espuny Juani, Francisco Espuny Francis, David Atance Espa, Miguel Olmo, J.M.García Knijo, Salvador Llorenç Muna, Cristóbal Díaz, Manolo Vílchez, F.Alonso Indeseable, Manolo Artes, Richi, y A.Gálvez.
Otra banda menos conocida fue la denominada Peor Imposible, compuesta por Eduardo Español, Víctor Esteve Ajipi, Joan Garriga Makey, Luis Alfonso Luichy, Eduard Viana, Xavi Vilalta, Javier Herrera Cabra, José Soler Niño y José Maria Punzano. Apuntados a la doctrina del Free, dejaron su huella principalmente en Agulles entre los años 86/87 con vías como la Agradable sobremesa con una japonesa en el Dumbo, o Hay algo aquí que va mal en la Bessona Superior, para emigrar rápidamente hacia otras escuelas de moda.
Una tribu más modesta y discreta fueron los Mundiellos, anarquistas, defensores de lo auténtico y alérgicos a la frecuentación, cuya trayectoria refleja su equilibrado estilo en todos los campos desde las grandes paredes hasta los rincones más románticos de la montaña. Prueba de ello tenemos ejemplos como la Púrpura Profundo en la pared N de Ecos (83) o la mítica Oriol Batallé (85) en el corazón de Agulles, que continúan siendo exigentes rutas raramente repetidas. Casi todos ellos siguen al pie del cañón y fieles a sus ideas anti-sistema, para debatir y radicar al máximo las falsedades de la escalada actual. Ellos son Juan Vergara Juanillo, Antonio Tapias, Ángel Linares Arañilla, Sergio Farré Exploitin, David Subirana y Cristóbal Trujillo.
Hay constancia de grupos más antiguos como los Bèlits del CADE, con Hermenegildo Carreté Kildo, Toni Nieman, Josep Fornieles, Albert Font, Ferran Abella, Andreu Rafa o Enric Nosàs entre otros, que anduvieron a finales de los años 50, así como otros grupos de menor entidad como los Ikaros (78), liderado por Fernando Carceles Epi.
Después de estas tribus curiosamente no ha habido otras. Primero fue el tren y más tarde el utilitario compartido, los lazos de unión más usuales donde cada fin de semana era una fiesta y Montserrat el mejor lugar para celebrarlas. En un paraíso sin normas ni control, solo faltaba desarrollar nuevas ideas y seguir adelante sin rodeos sorprendiendo al personal de un día para otro. Las aventuras yosemíticas y las falaises francesas serán las pautas principales donde agarrarse, pero como montserratinos habrá que "currarse" un estilo propio tal como su exótico y particular conglomerado multicolor. Una serie de ingeniosos personajes saldrán a la luz adelantándose al tiempo con unos itinerarios poco corrientes, que abrirán los horizontes de la dificultad.

Los genios del conglomerado

- Sin lugar a dudas la década de los 80 fue muy prodigiosa en muchos aspectos culturales, reflejando una gran capacidad creativa en todos los ámbitos incluso en el mundo de la escalada. Fruto de todo esto aparecen vías como la Alternativa 3 en Diables (83), abierta por Marcel Millet, Paco García y Francesc Salvador, la Vanitat Oculta (84) en la Mòmia por Josep Maria Alsina y Jordi Verdaguer, o el famoso Mirall Impenetrable (84) de Santi Llop en la pared del Aéreo, que sin duda darán la vuelta a la tortilla en lo referente a la escalada artificial de A4 para arriba. Ya no solo se trata de progresar sin expansiones, sino de hacerlo de la manera más limpia posible, un tema siempre peliagudo. El plomo entra a formar parte de la historia, y por suerte sus seguidores no han sido multitudes sino más bien usuarios aislados que se han ceñido a sus maleables particularidades. Si la dificultad en artificial da un paso de gigante, en Sant Benet poco a poco va arraigando el 7º grado desde que Josep Batlle Rubio y David Tarragó equipan entre otras, la vía Kumbaya (83) en la Mòmia. Se trata de superar límites y para ello un buen surtido de tochos servirá para cultivar una disciplina made in USA llamada boulder, pero adaptada y equipada por arriba made in Spain. En poco tiempo vías como la Sesión continua (85) y Lucky Lluch (86) diseñadas por Josep Batlle rozan el 8º grado, mientras que el suizo Martín Scheel remata el primer 8b con su Vuelo a ciegas (86). Dado el éxito del fenómeno deportivo, en mayo del 86 el Centro Excursionista de Catalunya organiza la 1ª Convención internacional de escalada deportiva, asistiendo figuras de la talla de Eric Escoffier, Didier Raboutou, Jacky Godoffe, Fabrice Guillot, Phillipe Steulet o Bruno Fasa entre los más conocidos. El joven Rafa Comino da un paso más encadenando El Prisionero (8b+) en el 88, bajo el explosivo desplome del hombro de la Mòmia donde se dan cita los asiduos más fanáticos de Sant Benet. Como no, el malogrado guarda del refugio de Sant Benet, Josep Maria Alsina, será un montserratino eternamente recordado por su selecta actividad dentro de unos marcados y estrictos planteamientos éticos, que demostró tanto en libre como en artificial en las principales rocas y paredes del macizo. Hombre modesto que esperó el momento preciso para ofrecernos unos itinerarios épicos, fruto de su madurada experiencia como escalador desde medianos de los 70. De su larga estancia en Sant Benet (84/97) resultan más de 60 vías abiertas o equipadas hasta un grado máximo de 8b+, y una línea de culto como la Kung-fu (90) en la Mòmia abierta por abajo con el taladro y en libre riguroso.




Paralela a Sant Benet, la zona de los Vagos tuvo como principal promotor un polifacético escalador llamado Marcel Millet, afincado como gerente del camping del Monasterio, donde pronto llegó la onda expansiva del grado prefabricado. Su influencia fue clave en el desarrollo de una zona básicamente deportiva, pero con un toque muy personal con muestras de sus particulares tendencias en las que no faltaban las vías Non Expansion, una denominación de origen exportada posteriormente al resto de escuelas del país.
El trió formado por Tati Vilar y los hermanos Esteve y Kim Santacatalina, más conocido como Basca Manresana Autèntica, representan los precursores en liberar itinerarios largos al margen de su estado o equipamiento. A medianos de los años 80 apuran infinidad de trazados desequipados como la vía Armand-Fredi en Diables o las vías existentes en la pared norte de Ecos, con un dominio total sobre el tema que les lleva a escalar gran parte de los itinerarios de la cara norte, y finalizados los deberes se retiran a equipar vías deportivas en la desatendida vertiente sur de la montaña. Un perímetro prácticamente virgen en el que Santi Llop inaugura sus mejores fisuras en el 80, abriendo la veda a un glosario de futuros sectores deportivos que terminarán con las exclusivas de Sant Benet y el camping. Quién consigue abrir y repetir muchas vías es Joaquín Olmo, un todo-terreno con una actividad muy dilatada, que en ocasiones llega a sumar junto con Albert Merino hasta cuatro itinerarios de paredes en un día, cuando todo el mundo se conformaba con uno a duras penas. En su intensa trayectoria aparecen infinidad de primeras repartidas por todo el macizo, entre las cuales destacan la vía Ciencia Ficción (82) en Diables, la Odisea Espacial (82) en Ecos, o la Fragancia Tropical (90) en la pared del Aéreo. Sus máximas debilidades fueron las segundas ascensiones como la del mítico Mirall Impenetrable, y su afán por atarse para ello con los escaladores más guerreros entre los cuales están: Jesús Martínez Primo, Juan Urquiza, J.M.Codina Husa, Albert Merino y el incombustible Kim Santacatalina. Otro prolífico montserratino fue Jordi Verdaguer Pastelero, abriendo siempre desde abajo en los lugares más representativos con un criterio y estilo intachables.




 A partir del 90 un perseverante escalador de Terrassa llamado Jaume Clotet, más conocido como Paca, pondrá todo su empeño casi siempre solo, por reivindicar la escalada artificial totalmente marginada por el movimiento deportivo y la escalada libre convencional. Pronto sus vías encajaran en los espacios disponibles de las grandes paredes, como respuesta de su desmesurada pasión por este tema. Rutas como la Barra Lliure (90), el Viatge Sentimental (92), Michele Reber (93), Prisma (93), Reventasomnis (95) o Área Reservada (97), serán el preludio para volver luego con más fuerza y repartir sus Festas del Paca por las tapias más emblemáticas con su particular estilo siempre criticado. A la par, la cordada formada por Jan Casas y Xavi Cullell nos deja varias líneas de artificial extremo, que no podemos eludir por su carácter y buena factura, destacando la Jan-Cullell (90) de la pared del Aéreo y la Jan-Cullell (93) del Serrat del Moro.
Solo faltaba la aparición de los ochogradistas paseándose por las paredes para ver hasta dónde llega el listón de la dificultad tras los eventos. Los primeros en acudir a la cita serán los guardas de Sant Benet, J.M.Alsina y Enric Camacho Endika, realizando la vía más vanguardista de Diables: la Santbeneddictes (91), un explosivo coctel de escalada extrema cuya concepción difiere notablemente de todo lo anterior. El segundo en dar la talla será Salvador Gonzàlez Salva, guarda del refugio Bartomeu Puiggròs desde primeros de los 90, que junto con Jordi Pou abren un itinerario capital llamado vía Feli (93) en Patriarcas, de tales características que en la actualidad solo cuenta con dos intentos frustrados por ilustres cordadas qué solo llegaron a acariciar el primer largo. Una vía que corrobora la anterior es la Miserables Tatxaires (94), obra de Carles Brascó y Víctor Esteve Ajipi sobre el Plec de Llibre Superior, con solo una repetición conocida, cinco espits en 200 m de placa y una dificultad media de 6c. Entre tanto, Josep Lluís Moreno y Ferrán Latorre equipan la Directa de l’Amistat (94) aprovechando la burilada de la vía Antonio Machín y enderezando hasta la cima con un largo excepcional de 8a, liberando por completo el frontón central de la pared del Aéreo. Otra ruta que merece un trato especial es la vía del Xavi (99) situada más a la derecha de la anterior, abierta por el mismo J.Ll.Moreno, Ernest Bladé y demás compañeros del CADE esta vez por abajo, cuya dificultad media ronda por encima del 7b.




La vía Vudú (94) abierta por Josep Mª Alsina en solitario (A4), vuelve a dignificar la pasión por los estribos cuando todo el mundo excepto el Paca los detesta por naturaleza. Lo natural es hacer friki con cintas exprés y magnesio, la típica imagen qué refleja la escalada hacia el exterior gracias a los virtuosos del mono dedo qué acaparan todas las portadas de las publicaciones de escalada. Si antaño los cursillos eran un abanico de rigurosas nociones transmitidas de generación en generación para salvar un cúmulo de obstáculos, ahora tan solo precisan de un guía turístico que nos indique las líneas de chapas a seguir. Un deporte que consigue estar de moda para el nuevo milenio, donde muchos se integran por esnobismo, mientras que unos pocos llegan a destacar por méritos propios. Para mérito el de David Hita, que normalmente solo, o a veces acompañado por Eduard García Palma, arrasa con todo lo lógico situado en la vertiente norte desde el Cavall Bernat hasta la Cadireta, con más de 30 itinerarios de todos los colores y dificultades reservados para montserratinos con solera. Unas líneas siempre identificables, donde hay que dominar todo tipo de roca siguiendo una trayectoria fiel al estilo tradicional, pero con algunos parabolts de consolación indispensables para vencer unos sextos siempre muy exigentes. De esta copiosa colecta destacan vías como la Sàxia (97) en Sant Jeroni, la Degeneració Expansiva (98) al Bisbe, la Belladona (04) al Centenar y varias primeras en Patriarcas que aún esperan su repetición, de las cuales dos son obra de Edu en solitario: la Tota tú (97) y la vía Cagat (00). Otro fanático de la misma quinta es Miquel Blanco, atrevido aperturista solitario donde los haya con un buen número de primeras en conglomerado, hasta que el destino lo hizo emigrar al Alt Urgell continuando su trayectoria sobre calcáreo con su refinado estilo siempre lejos de la expansión. Vías como la Led Zeppelin (95) en el Montgròs o la Fiesta del Miguelón (03) en Frares Encantats reflejan su pericia y coraje frente a todos los terrenos.




La vertiente sur, la tierra prometida

- Si a la sombra de las paredes norte cada vez quedó menos por explorar, la cara sur proporcionó el aliciente de poder escalar gran parte del año descubriendo una roca superior, y unos sectores cómodos y bien definidos que a partir de los 90 darán que hablar. A unas escasas líneas abiertas en los 80 por Joan Ribas, Joan Rovira, Amadeu Pagès, Joan Armengol, Santi Llop, Armand Ballart, Jordi Verdaguer, Miquel Durán Mika, Manuel Pérez Lete y Antonio García Picazo en los lugares más representativos, se le suman todo un catálogo de primeras que en pocos años transformaran los túneles de jabalís en autopistas de trekking. Asiduos como Ricard Darder, Josep Escofet, Isabel Notivoli, Jean Charles Peña, Joan Altimira, Xavier Martín, Juanjo Medina o Manuel López, tomarán el relevo explorando las fisuras y placas más sugestivas de toda la falda sur cercanas a los núcleos del Bruc o Collbató. En escalada puramente deportiva, destaca la enorme labor llevada a cabo por Pere Forts en la mayor parte de los sectores próximos a Can Jorba y al Faraó, así como el sano fanatismo de Kim Santacatalina equipando muchas veces solo, o acompañado de Tati y Esteve, la casi totalidad de las vías de la Agulla del Senglar y la Agulla Fina dels Naps de Baix dónde destaca su famosa vía Lourdes (93). Un tremendo 8b desplomado de 60 m, que atrajo incluso a ilustres de la talla de Alex Huber a este insólito rincón de la montaña, donde paradójicamente en su día se juntaron los mejores para conquistar la cima de la Agulla Fina considerada el último problema montserratino. Donde no hubo problema alguno fue en el sector de las cuevas del Salnitre en Collbató, pese a su reputación de roca mediocre según las malas lenguas. Con las aperturas de la vía Picnic (91) y la vía de l'Aranya (97) se comprobó que el terreno era ideal para levantar la palestra clásica más cercana al asfalto, y con el clima más suave para escalar durante todo el invierno. La zona de las Agulles tampoco quedó al margen de las novedades, con itinerarios de 7º grado abiertos por abajo como la Sarajevo (93) de Edu Torrens y Edu Requena en la Miranda de les Boigues, o l'Antibeibi (99) de Ajipi, Xavi y Nando Bustamante en la Bessona Inferior. Destaca también el acierto de infinidad de líneas auténticas abiertas por Juan Vergara Juanillo y compañía, en algunos de los muros más arrogantes de la zona, como el Hobbit (85) o la vía dedicada a J.Mª Alsina (99), las dos en el Setrill.
El perímetro sur fue consolidando un sector tras otro, desde el popular Vermell del Xincarró hasta el Serrat dels Monjos, amortizando todo aquello escalable casi siempre bien equipado con parabolts, razón principal de su rápida frecuencia y difusión. Una incursión que alarmará a los gestores del parque, deliberando durante largos años un plan de regulación en defensa de la flora y la fauna, que no entrará en vigor oficialmente hasta el 2008. Ello trae consigo las primeras prohibiciones temporales, resultando la cara sur la más afectada por su ámbito más salvaje y remoto que la norte, donde prácticamente no existen objeciones salvo por debajo de la Santa Cova donde anida una de las pocas águilas perdigueras qué quedan en toda la vertiente.
A la escalada se le suman los barranquistas y los fanáticos de las vías ferratas, como usuarios directos de unas zonas donde anteriormente solo existían carboneros y ermitaños. Un Montserrat que poco a poco va perdiendo su virginidad, configura a finales de los 90 una monstruosa escuela con más de 4500 itinerarios de todo tipo, que atraen diariamente a una amplia clientela dispuesta a jugar con los límites o dejar su huella para la posteridad. Un pasatiempo para algunos y una pasión para otros, que convergen en el ritual de la aventura semanal más próxima a la gran urbe, una válvula de escape vestida de conglomerado.

Última década

- Podríamos considerar la última década como una etapa de asentamiento de conceptos después de varios años de experimentos. El 7º grado por abajo ya es una realidad al abasto de una minoría, que se lo ha trabajado con creces gracias a unas virtudes mentales y una disciplina deportiva empleada como entrenamiento en la mayoría de los casos. Si bien este fenómeno ya es habitual a estas alturas en la mayor parte de las escuelas de calcáreo, en Montserrat se puede considerar un punto y aparte por sus características y exposición, que exigen un gran dominio sobre un terreno no siempre favorable para pararse a perforar cuando se precisa. En escalada artificial, el reto continua en la doctrina del Non Expansion, cuyos fieles seguidores conciben al pie de la letra itinerarios cada vez más explosivos y peligrosos como la vía Harakiri (02) en el Montgròs, con un segundo largo de A5+ donde no se puede fallar según su autor Ricardo Asensio, y Joanfra Farreras como testigo de cargo. Otra ruta que corta la respiración es la conseguida por David Palmada Pelut y Xavi Sànchez en el corazón de la Paret dels Diables: la Kagatini Wall (04), la columpiada más precaria abierta hasta el momento en Montserrat, que vincula el nombre de Pelut a todas las proezas realizadas con estribos dentro y fuera de nuestras fronteras.




Otro diabólico trazado encajonado entre las vías Arco Iris y Cósmica se lo debemos a David Tarragó en invierno del 02, una ruta más de artificial, sino fuera porque el autor la concibe para realizarla en libre con un supuesto grado de 9a, todo con chapas inoxidables por si acaso tarda en repetirse. Este asiduo al conglomerado montserratino nos regala además, la vía Grau-Tarragó (08) en la pared del Aéreo, y el reequipamiento de grandes clásicas como la Desirée, la Puigmal, la Punsola-Reniu o la Easy Rider, una labor altruista siempre criticada, por los que nunca hacen nada y solo de limitan a devaluar el esfuerzo de los demás. Pero la solitaria conducta de un manresano llamado Joan Llasera equipando vías deportivas a destajo en el corazón de Frares Encantats, dio en la fibra de muchos escaladores consiguiendo irritar a todo el colectivo que no tuvo más remedio que revelarse en contra. El 15 de febrero del 2008 tuvo lugar una nombrosa manifestación en el refugio Vicenç Barbé, donde los más indignados exponieron los argumentos para detener la conducta desenfrenada de este escalador, que en poco tiempo había sembrado de químicos gran parte de las rocas cercanas al Portell Estret. La gran mayoría allí reunida logró además, concienciar al personal sobre el futuro que le espera a la montaña si no aceptamos la codicia como una grave enfermedad a tener en cuenta. Es del todo ridículo martirizar el conglomerado montserratino cuando disponemos de roca suficiente a los cuatro vientos, y unas buenas carreteras para desplazarnos en poco tiempo. Algunos lo entienden, pero otros siguen insistiendo hasta el punto de abrir o equipar itinerarios sin pies ni cabeza, que incluso llegan a estorbar lamentablemente a las rutas ya existentes.





La obsesión por amortizar el taladro resta oportunidades a próximas generaciones, que de seguro prescindirán de éste a favor de una escalada más limpia como ya nos muestran Gerber Cucurell y Jordi Esteve en Sant Benet, repitiendo en libre (6c) la vía Vanitat Oculta (A4) de la Mòmia, o abriendo por abajo la Pecata Minuta (7b) en la Panxa del Bisbe en el 2008. Otras rutas significativas abiertas estos últimos años son la Ratafïat (04) de Arnau Garreta y Llorenç Barba Llullu en el Serrat del Moro, la vía Jordi Vidal (04) de Kim Santacatalina y Salvadó Figueres al Plec de Llibre Superior, la Cor Agre (04) de Ajipi y Juani al Centenar, y la Bisbeporuc (05) al Bisbe por Francis, Juani, Xavi, Endika y Goiko. Con la aparición de la guía Montserrat Sur en el 2004 podemos constatar el gran auge y los principales protagonistas de esta soleada vertiente, muchos de los cuales solo les queda como último recurso explorar rincones bien camuflados como el de la Plantació, para satisfacer sus necesidades. Aperturistas como Joan Vidal o los hermanos Albert y Òscar Masó, serán los máximos recolectores de todo lo disponible llegando en ocasiones al extremo de lo imaginable. Pero para increíble las vías del veterano Guillem Arias situadas al sur de Gorros, que abren las puertas al concepto más ambiguo de cualquier escuela: el sobre equipamiento. Unas rutas de dificultad media-baja dispuestas para gozar sin más, son la nueva alternativa para los que no tienen gran idea de escalar pero disfrutan contándolo en el bar delante de una cerveza.
Es triste acabar este resumen histórico teniendo que mencionar un fenómeno como éste, que penosamente va a más en todas las escuelas del país y de poco sirve para aprender a escalar. Esperemos que el tiempo juzgue los acontecimientos y la magia de la escalada montserratina no se pierda. Son muchos los personajes que han hecho posible esta bonita historia y muy largo enumerarlos a todos, pero con el máximo rigor se han incluido los más representativos y los que más han aportado en el desarrollo de esta gran escuela. A todos ellos la más sincera admiración.



                          Armand Ballart , octubre 2012 (publicado en GAME Magazine nº20)