Crónica de una Primera
- En la comarca del Alt Urgell y concretamente enfrente de Oliana, encontramos uno de los parajes más pintorescos de Catalunya -con el permiso de Montserrat y Sant Llorenç del Munt- en lo que a formación de conglomerado se refiere: Sant Honorat. Un circo caprichosamente erosionado que juega con la imaginación, a cada paso que avanzamos en sus dominios claramente delimitados por sus cuatro costados. Mientras que su fachada principal atrae la élite deportiva para festejar los límites del grado actual, el resto parece olvidado, raramente encontramos alguna cordada escalando alguna de sus rocas, agujas o paredes que forman su contenido. Si bien al sol queda gran parte del repertorio, la vertiente norte presenta los itinerarios más largos y exigentes, con una docena larga de vías para todos los gustos donde destaca la vía Núria, el espolón más destacado y asequible para coronar la cumbre sin maldecir el terreno. Muchos conglomerados son peculiares, y el de Sant Honorat no se libra de la mala reputación que algunos le otorgan por costumbre, para continuar con la trama y conseguir ahuyentar al personal. Lo cierto, es que como en todos los lugares, los itinerarios más frecuentados son a la larga los más compactos, solo es cuestión de pura estética o buen equipamiento.
Después de abrir y repetir algunas vías de la zona como la Claustrofòbia, estaba claro que el enigma rocoso quedaba totalmente resuelto. Solo faltaba la insistencia de un enamorado del lugar como Damià Vallvé, guarda del cercano refugio de Cortiuda, para ir a surfear el oleaje de una de las pocas paredes de Catalunya que apenas le da el sol. En plena canícula estival y refugiados en nuestra particular zona de confort, vamos descubriendo las debilidades de un terreno que en pocas ocasiones ofrece un respiro. A la salida de la primera reunión, Damià se estrena lazando un merlet significativo en plan cowboy para perforar mínimamente el primer obstáculo. Tres parabolts serán suficientes para que el compañero desaparezca por el muro hasta montar reunión bajo la siguiente traba. Un desplome más acentuado con un paso de entrada donde triunfa un Tricam en el lugar preciso, soluciona la tarea de equipar el pasaje alternando con nuevos agujeros que aparecen oportunamente para amortizar el juego de Aliens. Un bonito largo con solo cinco chapas que conduce definitivamente al pie de la escandalosa fisura de 100 m, a priori, el reclamo principal de toda la ascensión. Las esperanzas de que el gran diedro diera tregua al asunto, se esfumaron rápidamente al comprobar la discreta calidad de la roca en los oleajes verticales. Con arrojo, mucha paciencia, una caída sin consecuencias, y cuatro parabolts más, llegamos al final de la grieta sin salida evidente. La intuición nos conduce hacia la izquierda para sortear la última ola y ganar la rampa que lleva a la cima, intentando no fallar en el intento. Hemos conseguido 240 m de pared con solo 19 parabolts de progresión, a la sombra todos los días, desconectados, y con una temperatura más que ideal. Solo queda poner el nombre, y con la vía Claustrofòbia al lado, se nos ocurre Agorafòbia: el temor por los espacios abiertos.
Damià acabando el sexto largo
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