Armand Ballart: A Climber's Life


            Relato autobiográfico sobre la vida de un escalador.
                        Articulo publicado en la revista Alpinist  nº11 (verano 2004)              

   Armand Ballart: A Climber’s Life



     Encuentro con la naturaleza

- Ya desde muy niño, las salidas a la montaña formaron parte de la educación familiar, tan solo se trataba de pasar los domingos comiendo en el monte y poco más. Aquellos riachuelos y bosques relativamente cercanos a Barcelona, despertaron mi atracción por la montaña y los espacios libres. Faltó llegar a la pubertad (1970), para que la evasión de la gran ciudad tuviera un objetivo en concreto, alcanzar alguna modesta cumbre de la generosa geografía catalana, gracias a la afición excursionista de mi hermana y su novio. Poco a poco fui impregnándome de naturaleza cuyo recuerdo perduraba intenso los lunes en la escuela, solo faltaba liquidar la rutina semanal para llegar al sábado y de nuevo coger la mochila cargada de ilusión. A los 16 años ya me sentí capaz de organizar mis propias excursiones, solo faltaba encontrar un colega para realizarlas. El turno fue para César, compañero de estudios que pronto se aficionó a la libertad de dormir lejos de casa en plena adolescencia. Un billete de tren y un mapa serán suficientes para realizar nuestras pequeñas aventuras por las sendas y cumbres más accesibles del pirineo catalán.



Una aventura llamada escalada

- En aquella época, mi pobre visión sobre la escalada era poco más que terrorífica. Escalar era sinónimo de riesgo e imprudencia, una afición de unos pocos locos cuyas desgracias daban que hablar en la televisión y la prensa. Un deporte marginal dentro de una sociedad dominada por el fútbol y la represión franquista. No obstante, durante una de mis primeras excursiones por el macizo de Montserrat, recuerdo perfectamente un claro impulso hacia la escalada. Esta singular montaña invita por sí sola a trepar, su seductora silueta es como un cuento de hadas para un niño, tarde o temprano te cautiva la imaginación. Algo similar le ocurrió a mi amigo César cuya casualidad le llevó a coincidir con un grupo de escaladores en un refugio de montaña. Su pretensión pronto le hizo congeniar con aquellos muchachos disfrazados con hierros, casco y enormes botas, cuyos vicios formaban parte de otra galaxia. Al cabo de pocos días fue César el que, con unos conocimientos mínimos y material prestado, me arrastraba hacia una pequeña escuela cercana a la gran ciudad. Fue suficiente una breve clase de nudos en el tren, para encordarnos y superar los 15 metros verticales de la zona utilizando las técnicas más elementales. A la vuelta, el libro “Hielo, nieve y roca” de Gaston Rébuffat y la guía de escaladas de Montserrat, serán las asignaturas de culto durante los próximos meses, y la puerta hacia un nuevo mundo rebosante de dificultad y misterio. A todo esto, la nueva afición habrá que ocultarla discretamente en el ámbito familiar, aunque tarde o temprano el martillo y los pitones desvelaran el secreto. Pese a la negativa paternal, la primera inversión en la escalada fue el regalo de un “baudrier”, si me despeñaba, al menos que fuera bien atado. Paulatinamente todos los elementos del equipo serán la preferencia de mis escasos ingresos: mosquetones, pitones, cuerdas... todo un arsenal de bombero minuciosamente guardado en el armario ropero. Suerte que los artilugios de diseño en aquella época estaban aún por inventar y el material era bastante básico, tal como la escalada que encontraremos a lo largo y ancho de mi espléndido país, muy generoso en todo tipo de paredes rocosas.





Montserrat, el segundo hogar

- A poco más de 50 Km de Barcelona, Montserrat es la escuela por excelencia de Cataluña, cita obligada i asignatura pendiente para todo escalador. Su seductor relieve invita a todo tipo de rutas hasta 300 m y su técnica esencial consiste en mantenerse en equilibrio sobre un conglomerado multicolor. Esta mágica montaña será sin lugar a dudas un segundo hogar, y principal punto de referencia de mi personal estilo de escalada con 18 años recién cumplidos (1976). En esa época, Montserrat reunía un extenso repertorio de rutas clásicas por un lado, y un selecto club de vías míticas por otro. Unas vías curiosamente abiertas por destacados pioneros de la década de los 50, cuya factura exigía todo un alarde de valor y técnica muy lejos de las posteriores rutas abiertas con el uso de expansión.
Pasados unos meses navegando por todo tipo de itinerarios junto al círculo de principiantes, pronto toparía con un clan de inquietos escaladores llamados los “Piratas”. Vestidos con jerseys negros con una franja blanca, estos jóvenes autodidactas fueron capaces de repetir las vías más míticas del momento y abrir además, atrevidas rutas en algunas de las paredes más famosas del país. Conocerlos fue subirse al tren de la aventura vertical, y valorar ante todo la disciplina aperturista como el máximo exponente de esta actividad.


Vías nuevas, trabajos nuevos

- Después de un acelerado aprendizaje, el afán por abrir vías como los “Piratas” pronto me cautivó. Abrir un itinerario es una faceta donde la creatividad esta presente desde el primer metro de la vía, hasta que la ruta aparece dibujada sobre el papel, como un lienzo en blanco esperando las pinceladas precisas para asombrar al espectador. Una sabia habilidad que aprovecha las debilidades naturales de la pared para desvelar la línea más atractiva y asequible a la vez. Una estética consumida con el tiempo por el incremento irremediable de itinerarios, el problema más acusado hoy por hoy en todas las áreas de escalada. A finales de los años 70 quedaban muchos trazados evidentes por estrenar en Montserrat, y más en el resto de escuelas, que prácticamente estaban aún por explorar garantizando labor para muchos años. Pronto mis primeras vías sorprendieron al personal y fui adoptado en el club de los “Piratas” donde estaba la joven élite del momento. Ellos me enseñaron los tesoros verticales y los secretos de un estilo propio respetado y admirado por el resto de escaladores: dificultad y exposición en combinación perfecta con el uso mínimo de expansión. Una a una se sucedieron rocas, paredes y aristas montserratinas, hasta tener los recursos suficientes para desplazarme a otras áreas más lejanas y continuar con mi pasión aperturista, latente hasta nuestros días. Una perseverante empresa hecha realidad gracias a unos compañeros extraordinarios y el aporte económico personal, sin sponsors ni subvenciones. Para ello he tenido el gran honor de congeniar con grandes aperturistas de todas las edades, y la gran suerte de trabajar en lo que más me gusta, dibujar y divulgar las vías de escalada. De niño, el dibujo fue mi asignatura preferida, no me era difícil sacar una buena nota, siempre soñé que algún día llegaría a ser profesional pero ni mucho menos dibujando montañas. Con el diploma de mecánico debajo el brazo y sin experiencia, un mundo de tinta china sería la alternativa a mi futuro laboral. Montañas en blanco y negro capaces de ilustrar periódicamente las revistas más conocidas del país, y alguna que otra guía esporádica de escalada. Un trabajo creativo y muy original que exige familiarizarse con todas las escuelas, conocer sus personajes más representativos, y ofrecer al público la información más veraz, actual y contrastada. Mucho tiempo archivando croquis y fotografías para consultar y reproducir, esperando ser útiles algún día para repasar una época dorada de la historia de la escalada en España y sus protagonistas.



Relaciones verticales

- Si cualquier actividad supone una vida social más o menos compleja, mis relaciones amistosas en el mundo de la escalada han sido siempre transparentes e imprevisibles. Aunque el circulo de amigos llega a ser muy amplio en general, con el tiempo solo unos pocos responden a la hora de la verdad. La gente de montaña es muy sana, tiene las ideas muy claras y su espíritu de compañerismo invita por sí solo a relacionarse, aunque solo sea unas horas atados a una cuerda. Normalmente la cordada habitual, o sea, la del fiel compañero de fin de semana, dura algún tiempo pero a la larga el destino o alguna que otra mujer termina con el dúo. Mi exclusivo interés por abrir vías hace aún más difíciles las salidas continuadas con la misma persona, por lo que hay que alternar de compañero/ra según sus apetencias y obligaciones familiares. Disponer de libertad total es mi prioridad principal, y a ser posible trabajar en el hogar, a lo sumo la compañía de un perro que de seguro es el mejor amigo del hombre. Aunque el destino tiene la última palabra, la relación en pareja es cada día más compleja, hay que acertar en el intento y sobre todo poseer una gran dosis de paciencia y tolerancia. Ya lo he probado varias veces, pero hasta el momento solo he conseguido durar como máximo un par de años.
Durante mi trayectoria han desfilado un buen número de compañeros más o menos fanáticos, pero solo un 10% han seguido escalando con cierta frecuencia. Cabe resaltar que con la llegada de la escalada deportiva a España (83/84), muchos dejaron el estilo tradicional para dedicarse exclusivamente al grado prefabricado. Por mi parte, el estilo deportivo nunca me ha apasionado, lo veo genial como entrenamiento para luego afrontar con más grado una gran pared, por lo demás es otro deporte. Acostumbrado a abrir nuevas rutas desde abajo apurando al máximo en libre, cuando realizo alguna vía bien asegurada me da la sensación de no haber escalado nada, le falta aventura. Ya hace unos años que la gente se esta mal acostumbrando a una escalada domesticada para el gran público. La mayoría de los jóvenes empiezan por la escalada deportiva y luego no comprenden las exigencias de una pared sin equipamiento, sus dedos están bien entrenados pero su mente no. Así pues, encontrar compañeros competentes es difícil por lo general, y en estas circunstancias no me queda más remedio que reciclar al personal y procurarles unos objetivos seductores a priori. Actualmente somos muy pocos aperturistas y no cabe ninguna duda que existe un interés mutuo por conocernos e intercambiar experiencias. Nunca ha existido una escuela de aperturistas, ni siquiera un manual, es una técnica que se transmite sobre la marcha, o sea, abriendo en pared mano a mano. Me encanta enseñar mis trucos pero también aprender los de los demás. Sería muy interesante publicar un manual técnico, pero perdería todo el encanto de este artesanal oficio y solo sería teoría sobre papel. Perfeccionar el estilo representa acumular un baúl de experiencias capaces de acertar el trazado, controlar la situación, ahorrar energía, y a la larga disfrutar plenamente de la ascensión, con decisión y éxito. No cabe  duda que nuestro esfuerzo está infravalorado y siempre es el filón de las críticas. Por eso me gusta abrir en escuelas más o menos conocidas, sabes que tus vías son de dominio público y que tarde o temprano el juicio popular las aprobará o condenará. La recompensa llega cuando se vuelven clásicas y la gente te lo reconoce. Abrir un itinerario en la selva o en el Himalaya exige resolver un cúmulo de estrategias y dedicar mucha energía, tiempo y dinero a una empresa que quedará al abasto de unos pocos privilegiados, aunque aparezca en las revistas especializadas o en una página del célebre American Alpine Journal. Seguramente es el futuro de esta actividad, pero de momento aún me queda mucho terreno por explorar a tan sólo 300 Km. de casa, y muchos compañeros/as ansiosos de compartir estas aventuras y experiencias inolvidables.



Ética y encuentro con el VIº grado

- Según el diccionario, ética es lo que establece los deberes y las normas para un correcto comportamiento delante una situación. Con el tiempo la escalada genuina ha sufrido un claro deterioro por parte de los intereses humanos. Tengo la impresión que antaño solo escalaban los que realmente valían para ello, ahora muchos escalan para llenar un espacio de su tiempo libre, disfrutando en muchos casos de una aventura prefabricada que les venden en la tienda con el resto de material. Es la escalada de consumo, cuya ética poco concuerda con aquella forma de actuar de los pioneros de cada país. No cabe duda que con la evolución del material la escalada ha dado un paso de gigante, pero en contra el hombre ha retrocedido. Sería muy largo nombrar como ejemplo muchos personajes de medianos del siglo pasado, cuyas gestas sirven de referencia actualmente. Itinerarios en paredes de 1000 m abiertos en una sola jornada y con un material de museo, que hoy en día se repiten con vivac y con todo un arsenal de inventos metálicos de última generación. La esencia de la escalada solo perdura en aquellos que aceptan los cánones de la historia, siguiendo una ética razonable para culminar sus objetivos. Para mí esto es la base del asunto, lo demás es engañarse a uno mismo distorsionando los valores de la escalada. Es imposible comprender la escalada sin retroceder al pasado de la misma.
Después de cuatro años dedicado en cuerpo y alma a mis queridas áreas, ya era hora de ir al encuentro del VIº grado y viajar para ello al paraíso rocoso por excelencia: las Dolomitas (Italia). Prácticamente todos los veranos desde el año 81 al 90 los dediqué a exprimir la esencia de unas paredes rebosantes de historia y cuyos protagonistas hay que reconocer que eran unos fuera de serie. El Monte Agner, la Civetta, Marmolada, Tre Cime di Lavaredo, la Tofana di Rozes, Catinaccio... enormes lienzos de roca rebosantes de obras maestras y nostalgia vertical. Fredi Parera, Pep Masip, Lluís Lucas, Castellnou, Vílchez y otros selectos montserratinos, serán los compañeros capaces de enfrentarse a estos objetivos de envergadura que abrirán nuestro apetito alpinístico. La primera aventura dolomítica junto con Pep Masip, la Arista Norte del Monte Agner, fue una asombrosa experiencia que nos marcó para siempre el kilométrico concepto de las grandes paredes. Se trata del espolón rocoso más alto de Europa, cuyos 1.600 m de desnivel ponen a prueba la destreza para acertar el itinerario correcto, y decidir donde y cuando hay que atarse a la cuerda para ganar tiempo en un terreno de tales proporciones. Suerte que en la cima nos esperaba un acogedor refugio donde pasar la noche y recuperar fuerzas para volver al coche al día siguiente después de rodear el imponente escenario. Uno a uno fuimos explorando cada macizo dolomítico realizando los itinerarios más sugestivos, que no siempre fueron los más clásicos. Según la romántica literatura de montaña, el Monte Pelmo, la Furchetta y la Civetta, calificados como los primeros VIº de la historia, fueron nuestros objetivos más relevantes. Con Fredi y Lluís superamos el Espolón Norte de la Furchetta con unas dificultades tan extremas, que descubrimos que estábamos abriendo vía totalmente apartados del itinerario original. Fue necesaria una travesía y un rapel pendular para encontrar la línea correcta donde unos viejos clavos conducían hacia las fisuras terminales de la vía Solleder-Wiessner. Según estas expectativas, para triunfar en la cara norte del Monte Pelmo sería necesario estudiar minuciosamente la pared con prismáticos para acertar la jugada. Esta vez eran Fredi y Castellnou los compañeros de esta gran aventura de casi 900 m, donde una gran desolación nos persiguió hasta los últimos 300 m cuando tropezamos con la noche y algún que otro pitón abandonado. Un recogido vivac bajo un desplome a casi 3000 m era el testimonio de otras cordadas sorprendidas por la oscuridad ante la exigente parte final de la muralla. Nuestra decisión fue unánime: seguir adelante con los frontales. A la 1 de la madrugada alcanzamos la cumbre y una sonriente luna llena nos facilitó el complicado descenso de este singular gigante dolomítico rodeado de abismos. A las 9 de la mañana llegábamos al vehículo sin comer ni dormir durante 24 h. Por la tarde los italianos nos felicitaron por nuestra escalada a la vía Simon-Rossi, era una ascensión extrañamente repetida y en definitiva el VIº grado con las características más auténticas que habíamos realizado. Con la Civetta esperando al otro lado del valle y un potente anticiclón en el cielo, no tuvimos escusa para enfrentarnos a sus dominios realizando con éxito la Ruta Polaca a la Punta Civetta; la pionera vía Solleder aún queda pendiente para un futuro viaje a Italia. Si las Dolomitas ya son de por sí un libro abierto en la historia de la dificultad, habría que visitar las tres escuelas austríacas por excelencia: Karwendel, Wilder Kaiser y Wetterstein, para avalar la génesis del VIº grado y posible cuna del VIIº, alpinísticamente hablando. Repetir rutas de Hans Dülfer, Matthias Auckenthaler y Hias Rebitsch fue una experiencia única y un asombroso viaje en el tiempo. La destreza de estos maestros resta intacta en sus rutas, verdaderas joyas de culto donde hay que escalar con intuición descubriendo paso a paso los enigmas de la pared. ¿Como sería el VIIº grado de las modernas generaciones tirolesas?  Un atrayente artículo en un nº de la revista alemana “Bergstein” del año 84, convidaba a conocer una reciente vía abierta en la cara norte del Kleiner Lafatscher llamada “Sturmwind”, cuya estética línea cotada de VIº sup. estaba esperando su repetición. Después de una larga aproximación junto con J. Charles Peña y Lluís Lucas, la muralla apareció desafiante con su enorme diedro Auckenthaler, pero el objetivo era el moderno trazado que reseguía un diedro lateral menos definido. Tras despegar del suelo a duras penas, pude comprobar personalmente que los que habían abierto la vía eran seres de otra galaxia, y nosotros solo unos humildes españoles con 15 años de retraso. Varios largos de VIº grado obligado y expuesto era el reto, y toda nuestra experiencia la única clave para llegar a la cima. Después de varias horas de firme batalla, conseguimos vencer uno de los caprichos verticales más extremos que he realizado, y reconocer una vez más el valor y el talento de los escaladores centroeuropeos. Esta ascensión sin precedentes, fue todo un hallazgo para madurar mi estilo, y asentar el termino “obligado y expuesto” en gran parte de mis nuevos trazados. Fue necesario un viaje a Yosemite en el 92, para conocer la maravillosa escalada americana y comparar sus similitudes con respecto a nuestra ética al otro lado del Atlántico. Creo que en USA existe un respeto mucho mayor por defender un estilo propio y así se aprecia en cada una de sus célebres escuelas desde el tradicional bigwall al libre más radical.
En plena euforia de la escalada deportiva en España, la mayor parte de la gente cambió de chaqueta y se entrego de lleno al VIº grado bien equipado “Made in France”. A partir de esto dominaría la confusión general en todas las escuelas atentando la ética tradicional que unos pocos tuvimos que defender enérgicamente. Sin duda alguna, la acelerada evolución del VIº grado deportivo en España supuso un impulso notable respecto al grado europeo, pero al precio de extinguir un estilo clásico moldeado durante décadas. Actualmente el VIº grado ya es historia y el VIIº ya aparece habitualmente en muchas rutas abiertas por abajo gracias en parte a la mentalidad deportiva. Escaladores como Vinatzer, Carlesso o Rebitsch ya rozaron el listón del VIIº grado en sus días, pero solo Reinhard Karl (77), Helmut Kiene (77) o Reinhard Schiestl (79) encabezaron la clasificación general. Sería injusto omitir estos récords y muy respetable contrastarlos con la época actual, pero esto ya es un capitulo para otra historia.



Nuestras vías

- Sería ridículo comparar las dimensiones de las paredes alpinas con lo que tenemos en España, pero en cuanto a dificultad no nos quedamos cortos. He abierto rutas de poco más de 150 m como la vía "Stratos" (A3), que requieren un par de jornadas para repetirlas, son los caprichos del acrobático artificial montserratino. Sin lugar a dudas el mayor de los caprichos se lo lleva la vía "Arco Iris", uno de los desplomes más espectaculares de España que requirió muchos fines de semana de constante batalla junto a mi amigo German Folch. Con solo 19 años cada uno, fundimos nuestra energía colocando más de 130 buriles a mano, para perseguir el abismo más perfecto de la Paret dels Diables (Montserrat). Como final de fiesta, se me ocurrió montar una tirolina para acabar  alucinando colgado sobre un vacío total de 300 m. Después de esto, mi reputación aperturista quedaría bien arraigada, sobre todo en Cataluña. Si en un principio lo de abrir vías fue la escusa para ocupar los fines de semana y destacar en el ambiente, poco a poco la idea fue madurando. No tan solo se trataba de subir por una pared cualquiera sino conseguir la manera más audaz de hacerlo. En terreno fisurado no existen demasiadas incógnitas, pero en muros y placas, donde hay que adivinar el camino correcto y asegurarse convenientemente, el aprendizaje fue francamente acelerado. La escalada en diedros, empotramientos, chimeneas y agujas, era lo más corriente y lo primero en asimilar. Generalmente estas rutas son más sorprendentes que difíciles, excepto en granito o rocas muy lisas que no es el caso. Es todo un hallazgo encontrar una chimenea ó una aguja virgen a estas alturas, pero aún posible explorando nuevas zonas, una dificultad añadida que obliga a desplazarse lejos de las escuelas habituales y conocer otros lugares, pueblos y gentes en la España más profunda. En muchos casos he tenido el privilegio de ser el primero en escalar una pared y hollar su cumbre, escogiendo la línea más atractiva que con los años ha resultado clásica. Esta es mi máxima satisfacción, por encima del grado, tendencias o equipamientos. Dicen que tengo la reputación de abrir itinerarios arriesgados donde no se puede fallar, habría que preguntárselo a la pared, solo su relieve es el responsable de poder pararse para colocar un seguro en condiciones. Poca gente entiende y valora como se ha abierto una ruta, como ha sido posible equipar tal o cual paso, lo único que les importa es que la roca sea buena y la vía segura. Mis vías no son precisamente eso, son más bien un duelo con la pared que exige concentración, instinto y reconocimiento del terreno, la roca solo dirige la ascensión. En muchas ocasiones donde me he jugado el “físico” exageradamente, posteriormente hemos asegurado el paso de segundo, una estrategia usual en paredes de conglomerado donde la apertura obliga a expuestos tramos en libre. El conglomerado, la roca para mí más versátil y compleja, es la que exige una mayor atención y alarde técnico, sobre todo abriendo muros en libre y progresando en artificial extremo donde las posibilidades son muy limitadas y precarias. Una gran parte de mis trazados son en conglomerado, un terreno corriente en muchas áreas del NE español, con lugares como Riglos, Ports de Beseit, Canalda, Collegats y como no Montserrat, entre los más representativos. En el resto abunda la roca calcárea de gran calidad como en la Sierra del Montsec y todo el Levante en general, con maravillas como el Peñón de Ifach y la Sierra de Aitana. Unos lugares privilegiados para escalar en invierno, donde conseguiría un buen número de primeras durante la década de los 80, especialmente en el Peñón, un gigante de piedra erosionada capaz de cobijar unas tremendas rutas en libre sobre el mar. Sería extenso dar un repaso a todas las zonas, pero sin lugar a dudas tengo la gran suerte y terreno suficiente para seguir unos buenos años con esta afición. Una larga trayectoria que cumple ahora 25 años, con un balance de más de 300 rutas abiertas en la mitad oriental del país, principalmente en Cataluña y costa mediterránea, de entre 200 y 400 m. de desnivel y una dificultad media de ED inf. Muchas son ya grandes clásicas pulidas por la frecuentación, como las conocidas “Easy Rider” (Montserrat), “Estimball” (Pedraforca) ó “Musical Express” (Montsec), el 80% restante representa un extenso repertorio de vías poco repetidas pese a sus líneas bien definidas, factor primordial del conjunto. Cada una de ellas representa una aventura en especial, aunque siempre hay las preferidas, aquellas que han costado más tiempo y esfuerzo, y las que por una u otra razón han gustado al personal más exigente. Entre tantos kilómetros de pared explorados, solo en una ocasión he tenido que hacer un vivac "a pelo" y fue una vez superada la cara norte de la Peña Montañesa (Pirineo Aragonés). Debido a la persistente niebla, Remi Brescó y yo nos entretuvimos considerablemente buscando la vía que queríamos abrir cuyo inicio era poco definido. Cuando por fin acertamos con el objetivo, a las 11 h. de la mañana, emprendimos una ascensión mucho más difícil de lo que aparentaba donde cada nuevo largo parecía obligarnos a retroceder. A mitad de la pared, un tramo muy expuesto me tuvo casi 40 min. en un paso hasta conseguir penetrar un clavo en el sitio clave para continuar con ciertas garantías. Después de esto y ya entrada la tarde, Remi me proponía abandonar a tiempo antes de que la noche nos atrapara en las entrañas de aquel monumental diedro. Bajarse también exigía un número de circo considerable, ya que el primer tercio de la vía se accedía en travesía y descender recto significaba montar varias instalaciones de rapel por un terreno complicado y mediocre a primera vista. Mi intuición me decía que saldríamos a tiempo cuando de pronto apareció un obstáculo que no contábamos, una gran cueva de unos 20 m. de altura que habría que superar en artificial muy acrobático a contrarreloj. Una sucesión de pitones en extraplomo, condujeron a una pulida e incómoda chimenea que era la salida del abismo. Mientras recogíamos el material y corríamos en busca del largo descenso, de nuevo la niebla apareció entre el crepúsculo. Habíamos ganado a una gran pared pero éramos insignificantes ante lo que nos esperaba: una tormenta eléctrica entre la oscuridad y la niebla en una de las cumbres más aisladas de la zona. Apoyados en un bloque de piedra soportamos empapados el largometraje hasta las tantas de la madrugada, hasta que la luna impaciente apareció para aliviar la situación. Lentamente iniciamos la bajada  con las primeras luces del alba y a las 8 h llegábamos al vehiculo exhaustos. Una vez repuestos no vacilamos en bautizar la vía como el "Diedro Sade", se lo merecía sin lugar a dudas. Otras muchas anécdotas rompen la rutinaria labor aperturista, como el caso de abrir un itinerario ya abierto, como sucedió en nuestra primera visita al Peñón de Ifach. Sin saberlo, habíamos repetido una vía de los escaladores murcianos en cuyo trazado no encontramos nada, ya que básicamente sólo utilizaron empotradores y la reseña no había sido divulgada. Lo mismo me ocurrió con tres de mis itinerarios por no dejar nada puesto en la roca. La mayor sorpresa fue cuando nos robaron todo el material de la pared mientras abríamos una larga ruta de artificial extremo en Montserrat. Los ladrones se llevaron cinco cuerdas de trofeo y el material completo de tres personas. Desde entonces pocas ganas me han quedado de abrir laboriosas vías de artificial, prefiero la escala libre usando el material más básico. Actualmente, exceptuando en terrenos claramente acrobáticos, cuando me cuelgo de los estribos me da la sensación de estar haciendo el ridículo, pienso que estoy quitando la oportunidad a otro de resolver aquel pasaje en libre. No obstante, en la mayor parte de las escuelas españolas existen itinerarios de artificial que son verdaderas joyas de la escalada, especialmente en Montserrat, con dificultades desde A2 hasta A5 muy mantenidas. Por mi parte tengo muchas vías célebres de artificial y alguna hasta A4, pero a partir de los 90 he evitado al máximo esta modalidad intentando abrir siempre en libre dentro de mis posibilidades. Unas posibilidades basadas en la escalada exclusiva de fin de semana sin previo entrenamiento, una vida bohemia al 100%, y ante todo no complicarme la vida inútilmente, que los demás ya lo hacen por nosotros. En fin, en mis vías estoy seguro que encontrareis un buen cóctel de aventura cuyos ingredientes no son ninguna novedad, pero bien dosificados son el secreto para no salir indiferentes de la pared.



Montañas de papel

- Si el libro “Hielo, nieve y roca” fue el manual, y la guía de Montserrat el abecedario, hubo un libro llamado “Climb!” que nos dejó KO! a finales del 78, era la Biblia de la escalada libre americana. Gracias a sus autores, Bob Godfrey y Dudley Chelton, el impacto de sus casi 300 páginas hizo tambalear nuestro orgullo montserratino. Sus elegantes fotografías donde escalaban usando magnesio, atados a la cintura y superando considerables techos, llegaron a ser una alucinación general que nadie llegó a comprender. Justo hacia unos meses que los primeros pies de gato ocuparan el escaparate de una céntrica tienda barcelonesa cuyo reclamo era más que evidente. Acostumbrados a las botas duras aquello era inverosímil, solo faltó ver la portada de la célebre revista “Mountain”, con Ray Jardine realizando el famoso techo “Separate Reality”, asegurándose con unos artilugios llamados “Friends” que él mismo había diseñado. Estábamos a las puertas de un acontecimiento difícil de digerir y que marcaría un antes y un después en la escalada del país. Mientras llegaban increíbles imágenes del exterior, aquí aún teníamos que adivinar los itinerarios sin ningún tipo de reseñas, fuera de los lugares más conocidos que eran pocos. A finales de los años 70, España estaba aún en la prehistoria de la información vertical. Excepto una guía del Pedraforca y unos libros sobre Montserrat, no existía prácticamente nada más. Las rutas nuevas sólo llenaban algún que otro hueco en las páginas de modestas revistas como “Cordada”, “Vèrtex”, “Pyrenaica”, “Peñalara”, “Muntanya” y demás boletines vinculados a entidades excursionistas del país. Lo normal era hacer un croquis de la ruta y enviarla a alguna de éstas publicaciones donde alguien, con cierto criterio, tarde o temprano divulgaba en su breve sección alpinística. De pronto se me ocurrió la idea de difundir mediante fotocopias las reseñas de las vías, creando un intercambio directo entre la gente y un afán de coleccionismo. El fenómeno fue todo un éxito que promovió además un original diseño  de las mismas, llegando ha ser muy apreciadas por su espíritu artístico. No solo se trataba de dibujar el itinerario a la perfección, sino que además había que ilustrarlo convenientemente en combinación con su nombre, otro tema clave en que los Piratas fueron claros precursores. Hasta entonces las rutas se denominaban con el nombre del club o de los aperturistas en cuestión, nosotros rompimos el esquema empezando por la “Cósmica” (78), “Electric Ladyland” (78), “Easy Rider” (78), “Magic Stones” (78), “Flipp Matinal” (79), etc. una forma más de  manifestarse contra lo establecido que pronto arraigó, llegando en ciertas ocasiones al límite del mal gusto como en el caso de “Semen de perro viejo” (84), cada loco con su tema... Yo personalmente acostumbro a poner un nombre que dé sentido a la ascensión, o simplemente en homenaje a alguien, como por ejemplo al mítico guitarrista Jimi Hendrix con “Electric Ladyland”, uno de sus álbumes más famosos. Con estos ingredientes las vías ganaron en personalidad y sus autores en expresión, la escalada empezaba a ser algo más que una simple aventura para alcanzar la cima. A primeros de los 80 se cuestionó la gran necesidad de crear unas revistas independientes que abarcaran todos los aspectos de la escalada. Primero fue “Desnivel” en Madrid y un par de meses después “Extrem” en Barcelona, dos publicaciones llevadas por jovenes escaladores que llenaron el vacío de información y opinión general. En principio fueron la base para organizar la avalancha de nuevas rutas que se sucedieron ininterrumpidamente, y un servidor el controlador del asunto. Había que consultar la información más remota, actualizarla y añadir las novedades en sendos dibujos panorámicos de cada zona, normalmente partiendo de cero. Un trabajo de “chinos” que me ha dado a conocer y con los años ha resultado un eslabón indispensable para elaborar posteriormente las guías específicas de cada zona. Otra manera de seguir escalando en casa observando minuciosamente fotografías para entresacar los itinerarios y plasmarlos en el papel. Una labor autodidacta hecha totalmente a mano, muy lejos de los programas informáticos y del mundo digital, cuya reputación ganada “a pulso” representa la fuente de ingresos suficiente para sobrevivir, con el lujo de levantarse cuando lo pide el cuerpo y hacer el horario que convenga.
Han pasado 25 años y la información sigue fluyendo entre las páginas de las revistas hasta el punto de saturar al lector en muchos casos. La difusión sin duda estimula, pero también le quita una gran porción de encanto y aventura al tema. Hay quien necesita una reseña tan detallada que habría que repetir continuamente el itinerario para ver si están todos los clavos en su sitio. Si bien una buena información del acceso, alojamiento, aproximación y descenso será muy útil  para ganar tiempo, no me cabe la menor duda que para escalar una vía no hace falta una gran reseña, sino intuición y una buena ojeada a la pared. Por ello prefiero abrir vías, solo es necesario un mapa para localizar el lugar y mucha ilusión para culminar el objetivo.




Escalada para siempre

- Es difícil dejar una actividad tan cautivadora como la escalada cuando estás tan vinculado a ella y tu contribución se proyecta a los demás. Es la sensación de bienestar conmigo mismo que alimenta día a día la ilusión imprescindible para seguir adelante, y la seguridad de hacer  amigos nuevos que me conducirán por otros márgenes tan ó más interesantes como la senda principal, colmada de proyectos que tarde o temprano acaecen buenos recuerdos listos para contar. Una batalla constante contra el tiempo y otros adversarios, para no perder unas oportunidades de oro en forma de trazados vírgenes esperando ser resueltos. Las exigencias de un perseverante guión corregido constantemente para no desviarse de la “verticualidad” que muchos defensamos delante de plagas de parabolts y prohibiciones injustas. Parece que de un tiempo a esta parte los escaladores seamos una nueva plaga capaz de extinguir las especies más frágiles del ecosistema, y unos depredadores verticales traficantes de huevos que viven a costa de unos seres protegidos supervivientes de la caza furtiva. Nosotros somos los primeros interesados en proteger el entorno y convivir con la fauna cuanto más abundante mejor. Que más maravilloso que escalar en armoniosa compañía de los animales, auténticos dueños y señores del lugar. En varias ocasiones he sido la víctima denunciada por algún defensor de su zona predilecta. Se creen que dónde va Armand va la gente y es todo lo contrario, mis vías son un repelente garantizado contra la frecuentación y a la larga un seguro de vida para todo lo que corre y vuela. El problema viene dado en muchas ocasiones por algunos equipadores de vías, sembrando de chapas un rincón solitario que pronto termina abarrotado de gente, pero las leyes no entienden de estilos y éticas, todos los escaladores somos iguales ante la legislación. Otra dificultad añadida en la exploración de nuevas áreas, donde lo primero en toparse es con la camuflada silueta del guarda forestal y sus normas intangibles de escudo protector. Ya conozco las reuniones entre ecologistas y escaladores donde hay que negociar el terreno, todo acaba hipócritamente con un regateo descarado de intereses. Ellos tienen que defender su espacio y nosotros nuestra libertad. Sabemos que en muchas facetas de la vida pagan justos por pecadores, pero es que en la montaña en particular, cada vez más se está privando silenciosamente de la libertad de movimiento, hasta el punto de prohibir dormir en el suelo o bañarse en el río. Es la cara negativa que me hace sentir un delincuente ante la naturaleza, una impotencia que irrita e incomoda, impuesta en la mayoría de los casos por gente de despacho que raramente va al monte y tiene que justificar su sueldo de las arcas públicas. Nos espera un futuro difícil marcado por unas normativas que controlaran nuestra conducta fuera de los espacios urbanos. No será extraño que dentro de poco nos exijan una licencia para escalar y una homologación de las vías. En algunos lugares ya es preciso equipar según unas normas de seguridad, determinando una distancia prudencial entre los seguros para evitar accidentes, y no sólo en las vías deportivas en particular, sino en todo tipo de itinerarios en general. Según esto yo tendría que estar inhabilitado y mis vías reequipadas, una pesadilla que tarde o temprano será realidad aniquilando un estilo madurado durante décadas. Escuelas transformadas en pulidos rocódromos que habrá que conservar y pagar para ello, como es el caso de nuestros vecinos franceses, promotores del invento y resignados al mismo tiempo. Una gran parte del personal esta esperando que arreglen tal o cual vía para repetirla con la excusa de la transformación, un fenómeno asociado hasta en las paredes calificadas como “terreno de aventura”... Desde los años 80 están transformando la escalada para el consumidor según las leyes anónimas del mercado. Espero que el tiempo enderece la situación o como mínimo venere algunos itinerarios para la posteridad. Un aspecto difícil de comprender para muchos jóvenes que sin quererlo tomaran el relevo de un patrimonio cultural digno de preservar para futuras generaciones.



Entre la luz y el silencio

- Si profundizar en la escalada ya representa de por sí unos cuantos años de nuestra existencia, sería ridículo pasarnos toda la vida de cara a la pared. La naturaleza nos proporciona tal recital de aventuras que necesitaríamos varias vidas para quedar totalmente satisfechos. Dentro de mis modestas posibilidades he conseguido sumergirme en el océano, descender por angostos barrancos y atravesar el corazón de la montaña, unas actividades divergentes entre sí pero imprescindibles para conocer nuestro querido planeta Tierra. Mi trayectoria como buceador a principios de los 90, fue breve pero intensa. Tras el aprendizaje de rigor, tuve la oportunidad de viajar a Cuba y después al Mar Rojo, saturándome de la belleza del gran azul. Un sorprendente acuario multicolor en porciones, gracias al aire comprimido y a unas escrupulosas leyes físicas que hay que cumplir para seguir vivo, la clave del asunto. Alrededor de un centenar de inmersiones dan fe de mi pasión por el mar y sus abismos desde niño. Un fondo de oscuridad y silencio desafiando constantemente nuestro vulnerable cuerpo humano, como la cumbre más escandalosa al mejor alpinista, dos fantasías que nos hacen sentir cada día más humildes ante la naturaleza más salvaje. Con el descenso de barrancos pasa algo similar pero sin billete de vuelta, de forma que hay que seguir siempre adelante suceda lo que suceda hasta alcanzar la salida de la garganta. Una dinámica situación dentro de un accidentado pasillo de sorpresas donde el agua es el anfitrión y nosotros los invitados de la agitada fiesta. Recorrer la mayor parte de los cañones pirenaicos ha resultado ser todo un espectáculo que me ha ocupado varios veranos, y a la vez una sana alternativa para huir del calor estival de nuestras escuelas de escalada. Mi asignatura pendiente ha sido desde siempre la espeleología, un mundo aparte que hasta hace muy poco desconocía. Descender vertiginosamente 300 m hasta el corazón de la roca y continuar varios km por sus arterías hasta dar con la luz exterior, fue un buen bautizo para engancharse a esta comprometida forma de intimar con la montaña. En la última ocasión, fui solicitado para escalar por galerías verticales con el fin de explorar nuevas cavidades, una labor similar a lo de abrir vías por abajo, pero a oscuras y agarrado de las caprichosas formaciones que ofrece el terreno.



Mañana será otro día

- Esta claro que es muy difícil aburrirse a estas alturas, mientras exista algo seductor por conocer, cerca o lejos, en la tierra o en el agua, entre la luz y el silencio. Con 45 años en las espaldas, no descarto ninguna faceta de riesgo y compromiso, aparte de subirse a un avión. En escalada es ahora cuando realmente me divierto abriendo o repitiendo vías, gracias a la enorme suma de conocimientos y experiencias acumuladas. Es inevitable pasar miedo en ciertas circunstancias, pero una confianza interna y sobre todo un gran respeto por la naturaleza, son la clave para rectificar a tiempo. Muchos compañeros ya no están aquí para contarlo, siendo víctimas del destino vertical o del tráfico asesino en el peor de los casos. En la montaña nunca he tenido un disgusto grave, pero en el agua ya he salvado dos vidas. Nos movemos por terrenos donde no se puede vacilar y hay que agarrarse al sentido común, pero tengo por costumbre evitar el hielo, la nieve y todo lo que en un momento dado se pueda precipitar sobre mi cabeza. Gracias a ello y al ángel de la guarda, sigo en la brecha disfrutando al máximo del presente que el futuro esta aún por ver. Me quedan muchas rutas por resolver, muchas páginas por llenar, y muchas ganas de transmitir todo lo positivo tal como mis precursores han procurado hacer. La aventura siempre estará allí esperando, solo hay que escoger el momento más oportuno sin aferrarse a la edad. Mientras el cuerpo aguante, todo es posible dentro de lo razonable, por lo que vale la pena reservarse las actividades más moderadas para el futuro. Tengo compañeros excepcionales con más de 70 años como el matrimonio Anglada, capaces de mojarse en todos los terrenos, mantener la ilusión intacta, y dosificar meticulosamente las fuerzas para que cunda al máximo el pastel. Tanto en la montaña como en el mar, se encuentra el secreto de la eterna juventud. Quizás el aspecto de sus gentes nos pueda engañar, pero en el fondo no son más que unos chicos atrevidos, y espero no equivocarme.



                                                                                         Armand Ballart  (marzo 2004)


 
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4 comentarios:

  1. Collons Armand, quin relat.Molta cosa amb tant poc espai.
    Jo recordo una frase teva, : " el que mes m'ha inpactat a sigut l'aparició del free-climbing i l'incendi del 86."

    salut i tapia

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  2. Hola Armand, he leído tu relato y me ha dejado fascinado. Te esxpresas muy bien y da gusto leer esas verdades tan sinceras que hacen y harán historia. Yo empecé a escalar sobre el año 1972 y también han habido momentos de todo, sigo en ello porque disfruto y es mi vida. Igualmente siempre consideré Montserrat mi segundo hogar. Hubo veces que fue el primero, pero eso queda para mi interior. Nos conocemos poco, pero se de ti bastante, buena persona y buen escalador. Sigue así, cuando te vea por Montserrat te saludaré.
    Manolo

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  3. Hola Armand :
    Una forma de expresión que llena de vida, esas épocas, que aún con la centésima parte de tu experiencia, nos llevas a lo más sublime. Magnífico tus relatos sobre las dolomitas y su sexto o séptimo grado. Fuiste de los pioneros montserratinos en descubrir aqellas moles lejanas. Ha sido tu relato,una reflexión donde pones tu cuerpo y espiritu. Que suerte haberlo tenido tan claro, y haber dedicado tu mayor parte de tu vida en algo tan bello como ascender, sin conocer el camino a veces. Descubriendo cada presa, cada momento, cada latido. Simplemente desde mi humildad escaladora.,gracias...por haber dado esos relatos a los que amamos la montaña y sobre todo la aventura, sin saber que te encontrás allí en la pared. He visto una foto tuya con miguel arquerons, compañero de cordada también conmigo, también antonio,rodri. Yo nunca fuí un pirata. Pensé que nunca nadie tenia que sacar ningún clavo. Y menos de segundo. Por que ello era hacer trampa. Vayamos al purismo..mas radical. Vayamos a la esencia de la escalada. ¿no te ha ocurrido nunca la siguiente pregunta?...si yo lo paso mal..quién viene detrás no tiene por que sufrir lo que yó.
    y abre camino al andar. Por que lo que el sufre no lo desea para los demás. Lo otro es un ego muy ego...decir..si yo lo paso mal ...tu también...esa premisa no entra en mi concepcion de la escalada. ¿SAbes...cuando vas a realizar una escalada y la han despitonado...te cagas en la puta madre que los pario....sea quien sea....
    no tienen derecho...así de simple..y sé que no he realizado las escaladas que tú has realizado..ni mucho menos..
    LOs clavos de origen se dejan...como los pusieron los que abrieron la via...sea la dificultad que sea. Pero nadie es quién para suprimir ningún clavo. nadie..decide lo que un aperturista decidió.
    Cuando veo a un escalador subir ....sé de que pasta está hecho...¿Conoces a Fernando Alvarez?....Supongo que sí..mateo gorrindo?....Santiago freixas.?...Novato..?..Celes Carrizosa..?..No todos..hemos abierto tantas vias como tú.. Lo cual te agradezco.
    Sé Armand que eres de otra pasta.Que te lo has ganado a pulso..todo..y que haces una labor..impresionsante por la escalada..Desde mi pequeña bauma...te digo ...¡¡Gracias!! Por haber sido un gran escalador.montserratino.
    Un sincero saludo...
    Juan Miguel Guzmán,

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